jueves, 29 de septiembre de 2011

Nieblas de guerra


Un artículo reciente en la revista Semana, de Colombia, informa que dos de los más prestigiosos “centros de pensamiento” (así los llaman, traduciendo casi literalmente lo de “Think Tank”) colombianos han llegado a conclusiones opuestas en el diagnóstico de la guerra contra las FARC, a partir, nada menos, de los mismos datos.

Mientras uno de los centros, Nuevo Arco Iris, sostiene que las Fuerzas Armadas colombianas “perdieron la iniciativa”, en tanto que las FARC se reorganizan, aumentan sus acciones y regresan a zonas que habían abandonado, el otro centro, Ideas para la Paz, sostiene lo opuesto: que la iniciativa sigue en manos de las Fuerzas Armadas colombianas y que la mayor intensidad en los combates se debe a su empuje y agresividad.
Esa paradoja diagnóstica no es del todo sorprendente. Es el concepto clausewitziano de la “niebla de la guerra” en acción. Mientras que en la guerra convencional, la “niebla” impide percibir con claridad la situación y el curso de una batalla, en la guerra irregular cubre con frecuencia el horizonte estratégico. ¿Se está ganando la guerra, se la está perdiendo? ¿Surgen datos contradictorios de la bruma, que se interpretan de acuerdo con las ideas, los conocimientos, prejuicios, temores y preferencias de cada cual, incluyendo a los expertos?
La neblina no solo afecta el diagnóstico sino también la acción y la estrategia (o, en el caso de quienes no pueden ordenarlas, la prescripción, el tratamiento).
Como se sabe, la contrainsurgencia es el conjunto de medidas con las que un Estado enfrenta una insurrección irregular. Y en ese ámbito hay diversas doctrinas que proponen estrategias diferentes: desde el aniquilamiento de los rebeldes y su base social, hasta la conversión de esa base social mediante acciones de buen gobierno y cercanía comunitaria.
La discusión entre la línea dura, punitiva; y la más suave, predicada en obras sociales, ocurre en casi todos los casos de insurrección irregular. Y aquí en el Perú, la todavía incipiente discusión sobre qué hacer en el VRAE, ya incluye varios ejemplos de ambas tendencias, además de otras sugerencias intermedias.
Varios oficiales de las Fuerzas Armadas con quienes he conversado últimamente sobre el tema, han insistido en la necesidad de llevar a cabo acciones sustantivas de desarrollo como método principal de lucha contra el Sendero del VRAE.
Las carreteras asfaltadas, me dijo uno, debieran ser el componente central de la estrategia. “Los campesinos van a poder sacar su producto a los mercados, les van a pagar mejor y los cultivos lícitos van a poder competir con la coca”. No solo eso, añadió. Cuando las fuerzas militares se concentren alrededor de las unidades de ingeniería militar que, de acuerdo con lo propuesto por el presidente Humala, se encargarán de construir o de asfaltar las carreteras de penetración al VRAE, los senderistas tendrán que salir a buscarlos –según sostiene el militar– para tratar de impedirles que socaven su influencia. Y es entonces, fuera del terreno que dominan, que será más fácil batirlos.
Parecida es la “estrategia de carreteras” que propone el ministro de Defensa, Daniel Mora.
En su último artículo semanal publicado en La República, el ex ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, expresa un tajante desacuerdo con ese punto de vista:
En una típica expresión, Rospigliosi afirma que “la estrategia planteada por Mora es una necedad”. ¿Por qué? “Si se construye una carretera, un hospital o una escuela ¿alguno de esos criminales (los senderistas del VRAE)se va a convencer de las bondades del Estado y abandonar su actividad? Por supuesto que no”.
No solo ellos, sostiene Rospigliosi: “La población, de la cual una parte importante vive de la coca ilegal y el narcotráfico, tampoco se va a impresionar por la construcción de carreteras o escuelas”.
¿Cuál son entonces las acciones que Rospigliosi recomienda? “Lo que se requiere en el VRAE” escribe, “es inteligencia y fuerzas especiales adecuadamente entrenadas y equipadas, que golpeen con potencia letal a los terroristas y acaben con ellos”.
Las acciones de desarrollo, de ‘inclusión social’, “no van a hacer mella alguna en los senderistas, a los que hay que capturar o abatir”.
En forma simplificada, quizá simplista, esta es una versión renovada del debate fundamental entre perspectivas radicalmente diferentes de contrainsurgencia que hoy también se expresan en la discusión sobre cómo combatir al crimen organizado.
La versión dura sostiene que si el Estado captura o mata a un número mayor de insurgentes que la capacidad de reemplazo de éstos, eventualmente, por pura aritmética, la insurrección se debilitará y desangrará.
En la guerra de Vietnam, por ejemplo, primó el criterio del body count, el conteo de muertos como forma de determinar el progreso de la guerra. También se intentaron las doctrinas opuestas de contrainsurgencia, como las predicadas en acciones políticas, sociales y psicológicas que postuló sobre todo el general Edward Lansdale en los inicios de la intervención estadounidense (y que, luego de varias décadas inspirarían al general David Petraeus en su nueva versión de la doctrina contrainsurgente).
Pero, sobre todo durante el comando de Westmoreland en Vietnam, la guerra se midió por el número de cadáveres que producía cotidianamente. Fueron muchos: no menos de un millón de norvietnamitas contra 58 mil estadounidenses. Sin embargo, en ese como en otros casos, el desangre demográfico produjo el resultado opuesto.
Lo que demuestra la experiencia de contrainsurgencias bien manejadas, complementadas con la experiencia de la lucha contra el crimen y la inseguridad ciudadana, es que las medidas ‘suaves’ como la proximidad con el pueblo, las acciones de desarrollo con participación de la gente son mucho más exitosas que las fundamentalmente represivas.
De otro lado, sin embargo, las acciones comunitarias solo funcionan, dentro de una contrainsurgencia, cuando existe una capacidad de acción eficaz, pero focalizada para dominar y neutralizar a los cuadros dirigentes y los grupos armados insurgentes, criminales o las dos cosas.
Pero eso requiere un buen liderazgo civil y militar, muy buen entrenamiento y, sobre todo, limpieza, ausencia de corrupción.
Eso no se va a lograr de un día para el otro. Mientras se avanza en ello, lo que debería hacer el Estado, por elemental lógica, es preservar y mejorar lo poco que ahora funciona. Y no lo está haciendo.
El equipo de Constelación, basado en la Dirandro, que ha logrado varios éxitos notables en la lucha contra el crimen organizado (y además en el Huallaga), está –según informaciones confiables– a punto de ser desmantelado por este Gobierno.
Sería un error francamente estúpido hacerlo. Ya se ha metido la pata a fondo con el cambio del muy experimentado general Carlos Morán, a quien pasaron de la Dirandro al Callao. Si ahora se mutila la especializada capacidad operativa de la Dirandro (en especial a través de Constelación), el Gobierno se estará disparando a los pies. Es cierto que se puede mejorar la organización de ese grupo y disminuir la dependencia de los estadounidenses. La manera de hacerlo es muy simple: el Perú debe pagar lo que ahora pagan los gringos. No somos un Estado menesteroso, así que eso se puede hacer si se quiere.
Pero entre tanto, nada excusa poner en peligro una de las pocas cosas que funciona bien solo por la paranoia de un dirigente, los enredos de un asesor o el miedo de un funcionario de que las tempranas aperturas hacia la corrupción sean precozmente detectadas. (Gustavo Gorriti)

miércoles, 28 de septiembre de 2011

A flexibilidade das irmãs Ross

Cañon de Cotahuasi (Arequipa)

Raparigas fantásticas, famosas na época.
Um vídeo de 1944, foi recuperado, digitalizado e colorido. Nesta clássica coreografia do filme “Broadway Rhythm”, as assim chamadas The Ross Sisters, Aggie, Maggie e Elmira, cantam e movimentam-se de uma forma que não parece ser humanamente possível.
Nos primeiros 45 segundos elas cantam. Mas o que vem a seguir é impressionante.


La flexibilidad de las hermanas Ross
Chicas fantásticas, famosas en el momento.
Un video de 1944, se ha recuperado, escaneado y coloreado. En la coreografía clásica de la película "El ritmo de Broadway", actúan Las Hermanas Ross, Aggie, Maggie y Elmira, cantan y se mueven de una manera que no parece humanamente posible.
En los primeros 45 segundos cantan. Pero lo que viene después es impresionante.

Click en: http://sorisomail.com/email/34321/a-flexibilidade-das-irmas-ross.html


Poema de un padre para su hija

Cañón del Colca (Arequipa)

Camila no habla, pero dice.
Camila no mira, pero hace ver.
Camila no llora, pero esparce lágrimas.
Camila no ríe, pero valora la alegría.
Camila no piensa, pero enseña.
Camila no suspira, pero nos alienta.
Camila no ama, pero enamora.
Camila no se mueve, pero moviliza.
Camila no muestra, pero nada oculta.
Camila no reclama, pero sabe resistir.
Camila no saborea, pero es dulce.
Camila no parpadea, pero nos abre los ojos.
Camila no oye, pero nos escucha.
Camila no trabaja, pero dignifica.
Camila no anda, pero abre caminos.
Camila no decide, pero invoca decisiones.
Camila no escribe, pero educa.
Camila no juega, pero es una niña.
Camila no agita, pero conmueve.
Camila no crece, pero alarga esperanzas.
Camila no duerme, pero nos despierta.
Camila no respira, pero purifica el aire.
Camila no arma, pero desarma corazones.
Camila no condena, pero hará justicia.
Camila no come, pero alimenta almas.
Camila no grita, pero derrota sorderas.
Camila no recuerda, pero tiene un futuro.
Camila no acusa, pero los perdona.
Camila no salta, pero derriba témpanos.
Camila no busca, pero siempre nos encuentra.
Camila no bebe, pero calma la sed.
Camila no reza, pero predica.
Camila no abraza, pero nos contiene.
Camila no canta, pero es música.
Camila no calla, pero silencia.
Camila no pinta, pero todo lo ilumina.
Camila no besa, pero acepta todos los besos.
Camila no puede ser juzgada, porque es un ángel.
y los ángeles pertenecen a Dios.

(Ella puso albas donde aún hoy habita la oscuridad, mañana
lo seguirá haciendo, enarbolando la bandera de los inocentes.)

Por Carlos Sánchez, papá de Camila

Nota: Selva Herbón necesita ponerle fin al martirio que vive desde que nació su hija, hace ya dos años. La nena se quedó sin oxígeno en el parto, tuvo un paro cardiorrespiratorio y tuvieron que reanimarla durante veinte minutos para que su corazón volviera a latir. Los latidos volvieron, pero el resto de Camila quedó ahí. Nunca pudo respirar sola, ni ver, ni oír, ni moverse, ni sentir. Nunca pudo hablar, ni caminar, ni llorar, ni reir. Camila no tiene conciencia de su existencia.

martes, 27 de septiembre de 2011

No me digas que fue un sueño

Volcanes de Arequipa (amanecer del 26/09/2011)

Uno de los hechos más sorprendentes e inolvidables que me han ocurrido ha sido conocer a Borges. Lo conocí dos años antes de que muriera. Era julio o agosto de 1984, no recuerdo bien el mes, recuerdo que era 1984 y era invierno en Buenos Aires y yo estaba leyendo las Obras Completas de Borges en tres volúmenes realmente gruesos. No sé por qué había ido a Buenos Aires, en realidad siempre he viajado a Buenos Aires sin ninguna razón particular, por el inexplicable placer de estar en esa ciudad. Recuerdo que en aquel tiempo no tenía el departamento de San Isidro, me gustaba alojarme en hoteles del centro. Todavía no había publicado mi primera novela. Leía hechizado a Borges. Estaba poseído por la mágica gracia de Borges para encontrar el adjetivo exacto con rigor de matemático. Me parecía (me sigue pareciendo) que Borges era el gran escritor en lengua española de nuestro tiempo y que todos los demás estaban a muchas leguas de distancia. Además, los libros de entrevistas a Borges o de conferencias de Borges o de conversaciones con Borges me hacían estallar en risas fantásticas. Su sentido del humor, su desprecio por el peronismo y el tango y el fútbol siendo argentino o en parte argentino, me parecían admirables. Nunca imaginé (fue la mano de Dios) que, caminando por la calle Lavalle, de pronto vería a Borges con sombrero, de la mano de una mujer joven, de ojos rasgados, muy delgada, casi espectral, que yo sabía que era entonces su asistenta, María Kodama, y que luego terminaría siendo su esposa, la mujer que lo llevó a morir a Ginebra, no sé si porque así lo quería Borges o porque así lo quería ella, lo cierto es que vi en la calle a Borges con sombrero, protegido por un paraguas que le llevaba María, caminando con elegancia inglesa por el centro de Buenos Aires, y me pareció un momento fantástico, pensé que estaba soñando. Borges hablaba con María, ella asentía, él se dejaba guiar, parecían caminar sin apremio, la gente no lo reconocía ni se le acercaba, eso me sorprendió. El presidente era entonces Alfonsín y el país estaba sumido en el caos (como de costumbre) y recuerdo que aquel día era uno de huelga o paro general, de modo que los comercios, casi todos, estaban cerrados, y no circulaba transporte público y había menos gente deambulando por la calle. La razón de la huelga o el paro general se me escapaba, pero en la Argentina siempre he tenido la sospecha de que las huelgas y los paros y los feriados religiosos y militares se inventan por una razón que es inherente a la esencia del argentino, y esa razón es la alergia al trabajo, la natural proclividad al descanso, al reposo, a la ingestión de pizzas y empanadas, al cultivo de viejos fervores como el fútbol o la política o algún otro encono de esa naturaleza. Borges y María caminaban delicadamente, como si estuvieran pisando la nieve, como si pudieran resbalarse, y él estaba físicamente en esa calle del centro de Buenos Aires, pero su mente parecía estar en algún lugar remoto, en un tiempo antiguo, quizá hablando algún dialecto escandinavo, al menos a mí me pareció evidente que los zapatos gastados de Borges se movían respondiendo las órdenes de una zona del cerebro de Borges que podríamos denominar “la zona argentina” o “la zona real”, pero las palabras que salían como murmullos de su boca provenían de otra región de su cerebro, de una zona que podríamos llamar “la zona fantástica” o “la zona laberíntica” o “la zona de las bifurcaciones infinitas”. Sin advertirlo, de pronto me encontré siguiendo a Borges y a María. Los seguía a prudente distancia, tratando de no incomodarlos. Poco más allá, cruzaron la calle (nadie los saludaba, algunos parecían reconocerlo pero nadie se acercaba a pedirle un autógrafo y menos una foto) y entraron en una confitería y se sentaron a una mesa en la esquina, alejada de la exposición a la calle. Entré a la confitería y me senté a una mesa cercana y pedí un café y un tostado de jamón y queso. María Kodama me miró con abierta hostilidad, como si quisiera decirme: Sé que nos estás siguiendo, no se te ocurra acercarte, estamos hartos de los impertinentes como vos. Fue la suya una mirada de gélida advertencia, que enseguida esquivé con timidez. Comprendí que no debía acercarme, que solo podía contemplar al genio bebiendo un té y comiendo un tostado como el que luego me sirvieron a mí. Le temblaba un poco la mano cuando se acercaba el tostado a la boca. En un momento, María se levantó y caminó hacia el baño. Tuve entonces la osadía (de la que nunca me he arrepentido) de acercarme a Borges y decirle: “Es usted un genio, Borges”. Borges se sobresaltó levemente y me preguntó: “¿Qué me dijo?”. Por lo visto no me había oído bien. Levanté un poco la voz, no demasiado, y le dije: “Estoy leyendo sus Obras Completas y quiero decirle que es usted el gran genio de nuestro tiempo”. Borges sonrió, la mirada extraviada, moviendo la cabeza como si no estuviera bien asida al cuello, como si pudiera caérsele la cabeza, y dijo: “Bueno, muchas gracias, pero no sé si le conviene leer mis Obras Completas, yo le sugiero que lea mis Obras Incompletas”. Me reí. Borges sonrió, le gustó que celebrase su ironía. “¿De dónde es usted?”, me preguntó, sorprendiéndome. “Soy peruano”, le dije. “Peruano”, dijo él, como si le hubiera dado una buena noticia, lo que me halagó. “Siéntese, por favor, permítame invitarle un té”, dijo Borges. Luego levantó el brazo derecho e hizo el ademán de llamar al camarero. En ese momento vi que María Kodama salía del baño y me lanzaba una mirada de vitriólica hostilidad. Me jodí, pensé. Esta mujer viene a echarme de la mesa, me dije. Borges comentó, como hablando consigo mismo: “Mi bisabuelo peleó en la batalla de Junín, no sé si usted lo sabe”. Me sorprendió su exquisita cortesía, la impensada amabilidad con la que trataba a un forastero como yo, al que además ni siquiera podía ver. Le dije: “Sí, me parece que he leído el poema en el que lo menciona”, dije. Luego Borges, mientras María se acercaba, recitó: “Alta en el alba se alza la severa/ faz de metal y melancolía/ un perro se desliza por la acera/ ya no es de noche y aún no es de día/ Suárez mira su pueblo y la llanura/ ulterior, las estancias, los potreros/ los rumbos que fatigan los reseros/ el paciente planeta que perdura/ Detrás del simulacro te adivino/ oh joven capitán que fuiste el dueño/ “de esa batalla que torció el destino” (dijimos ambos, y él sonrió cuando escuchó mi voz acompañando a la suya)/ Junín, resplandeciente como un sueño/ En un confín del vasto Sur persiste/ esa alta cosa, vagamente triste”. Borges sonrió. Le dije: “Es usted un genio. Nadie ha definido mejor al Perú: esta alta cosa, vagamente triste”. Borges pareció ensimismado. Enseguida dijo: “Mi bisabuelo Manuel Isidoro Suárez comandó un regimiento de caballería que decidió la batalla en la pampa de Junín. La batalla duró una hora o poco menos. No se disparó un solo tiro. Fue a sable y lanza. Mi bisabuelo atravesó con su lanza a un español. El español había tomado prisionero a un coronel amigo de mi bisabuelo, el coronel Olavarría. Mi bisabuelo mató al godo y le dio la libertad a su amigo. Manuel Isidoro Suárez, mi bisabuelo: uno de los hombres más valientes del ejército de la independencia. Fue él quien comandó una carga de caballería (casi todos eran peruanos y colombianos, mi bisabuelo era uno de los pocos argentinos) que decidió la batalla de Junín”. María Kodama me lanzó una mirada venenosa y me preguntó: “¿Quién es usted? ¿Qué hace sentado aquí? ¿Es usted periodista?”. Borges sonrió, paciente, generoso, y dijo: “No, no, María, este señor es mi amigo, es peruano, conoce el poema que le escribí al coronel Suárez, mi bisabuelo, héroe de la pampa de Junín”. Me conmovió que Borges me llamara su amigo. No lo era, desde luego. Era solo un extraño, un impertinente. Pero Borges parecía necesitar desesperadamente un pretexto, una coartada para evadir la realidad y refugiarse en el mundo perfecto de sus palabras. Me levanté de la mesa y dije: “No quiero molestar más, me retiro, ha sido un honor, Borges”, dije, y no quise decirle “maestro”, sabía que le hacía gracia o le incomodaba que lo llamasen “maestro”, creo que prefería que le dijeran Borges y por eso le dije así, Borges. María Kodama felicitó mi decisión: “Muy bien”, dijo, con una mirada despoblada de afecto, extranjera a la ternura. Borges, el brazo tembloroso, buscó mi mano, estrechó débilmente mi mano, y entonces dijo, casi balbuceando: “Me parece que alguna vez leí a un poeta peruano”. No supe qué decir, no quería decir un desatino, sabía que los gustos literarios de Borges eran arbitrarios, impredecibles, por lo general a contracorriente. Prudentemente, pregunté: “¿Le gustó ese poeta peruano?”. Creo que a Borges le pareció apropiado que, siendo yo peruano, considerase la posibilidad de que cualquier poeta peruano fuese malo, o dicho de otra manera pareció sonreír ante la posibilidad de que no por ser peruano aquel poeta que él creía recordar debía ser un buen poeta. Borges respondió: “La niña de la lámpara azul.” Dije: “Eguren, José María Eguren”. Borges dijo: “Eguren, claro, Eguren”. Luego recitó: “En el pasadizo nebuloso/ cual mágico sueño de Estambul/ su perfil presenta destelloso/ “la niña de la lámpara azul” (dijimos, a la vez). Borges se rió y dijo, como haciéndome una confidencia: “La niña de la lámpara, bueno, está bien, pero el azul, no sé, ya me parece decorativo, ¿sabe usted?”. Me reí, creo que Borges le gustaba sentir que alguien celebrara su sentido del humor, tal vez por eso añadió: “Una lástima el azul, yo soy muy sobrio, un puritano, y el azul ahí ya es demasiado para mí”. Me reí, pensé que estaba viviendo un sueño, ignoré a María Kodama, dije: “Un exceso, claro”. Borges me corrigió: “Más que un exceso, una orgía”. Me reí y dije: “Adiós, Borges. Debo volver al Perú, esa alta cosa, vagamente triste”. Borges, sonriendo, me hizo adiós. María Kodama me dijo con su mirada: No quiero verlo más. Pero años después, ya muerto Borges, volví a verla, y ella por suerte no me recordaba.

Por: Jaime Bayly

Niños invisibles

Chachani, Misti y Pichu Pichu (vistos al alba desde la Pampa de Sihuas)
26/09/2011


En el lejanísimo distrito de Cachachi, en la provincia de Cajabamba (Cajamarca) viven niños invisibles. Ríen, van al colegio, juegan en las calles, abrazan todas las mañanas a sus padres, pero nadie los ve. Nunca. Y esta increíble y desconcertante característica, por increíble que parezca, no es producto de ningún experimento científico. Estos niños no han hecho nada especial para ser así y jamás podrían haber aparecido en las novelas del genial H.G. Wells (autor de El hombre invisible) porque lo suyo no es una condición fantástica, ni glamorosa, ni siquiera interesante. Los niños del distrito de Cachachi no existen, ni son materia de discusión en el Congreso, porque, en realidad, a nadie le importa lo que pase con ellos. Solo nos acordamos que están creciendo en algún lugar remoto de nuestro país, cuando se envenenan con alimentos del Pronaa, y tienen que viajar retorciéndose de dolor y de vómitos, durante tres horas, para llegar al hospital más cercano.

Fueron más de 80 las personas intoxicadas esta semana con el almuerzo escolar que se repartió en el centro educativo 82311 en el caserío de Redondo. Comieron arroz, menestras, un producto lácteo y anchoveta. Cuando empezaron los vómitos y las masivas manifestaciones de envenenamiento, los médicos del puesto de salud de Cachachi se dieron cuenta de la gravedad del asunto y decidieron evacuar a los enfermos al Hospital de Apoyo de Cajabamba. Niños y adultos hicieron un largo y tortuoso viaje de más de tres horas mientras se retorcían de dolor y malestar. Tres niños no soportaron el trayecto. Debido a la gravedad de su envenenamiento, murieron. Eran dos hombrecitos de 6 y 8 años, y una niña de 8.

Hoy, por supuesto, todos buscan un culpable. La ministra García Naranjo dice que el Pronaa no es responsable, que la culpa es de las madres que no fueron cuidadosas en la preparación y mezclaron el arroz con restos de insecticida. Las madres argumentan que ellas no han hecho nada malo y que la comida que manda el Pronaa no siempre está en buen estado. El presidente regional de Cajamarca señala con el dedo al Gobierno Central, la oposición pide la cabeza de Aída García Naranjo y, mientras tanto, los niños que lograron sobrevivir se recuperan en los hospitales y pronto estarán listos para volver a Cachachi y desaparecer. Sin dejar rastro. Sin que a nadie le importe.

Y es que, la mejor prueba de que estos niños son invisibles y de que no le interesan a nadie es que su caso solo está sirviendo para buscar responsables políticos y pedir cabezas a diestra y siniestra. Y ojo que no se trata de eludir responsabilidades o pasar este gravísimo caso por agua tibia. Al contrario. Pero, más allá de las sanciones, ya es momento de que miremos a los niños de nuestro país de frente y asumamos la vida y el futuro que les estamos ofreciendo. En Cajabamba, el 64% de las viviendas no tiene luz eléctrica, el 28% no cuenta con agua potable, el 81% no tiene desagüe. El 19% de las personas mayores de 15 años son analfabetas, y el 48% de niños menores de 5 años sufre de desnutrición crónica.

Si lo que mató a esos niños hubiera sido simplemente el mal estado de los alimentos del Pronaa estaríamos ante una buena noticia. Sí, buena, porque a pesar de la tragedia, un saco de arroz se puede reemplazar, pero la falta de condiciones de vida elementales, las deficiencias en salud y educación, las distancias físicas, el desinterés por cómo viven otros peruanos parece que no tiene remedio.

La gran paradoja del Perú que este gobierno tiene que resolver es que el distrito de Cachachi queda en Cajamarca, la región que produce más oro en nuestro país y la que más contribuye al crecimiento económico. Sin embargo, si un niño se toma una botella de veneno o se accidenta, o se golpea la cabeza, lo más probable es que se muera porque cerca de su casa no hay hospitales, ni carreteras, ni ambulancias, ni médicos especializados. Cerca de su casa no hay nada. Solo un montón de oro que sirve para que su país avance sin detenerse a mirarlo.

Por: Patricia del Río

domingo, 18 de septiembre de 2011

Una hoja de hierba

Nevado Mismi

Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta , con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mi, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.

Poema de: "Hojas de Hierba"
Walt Whitman



sábado, 17 de septiembre de 2011

Revolución del Alma

Valle de los Volcanes - Andagua - Arequipa


Texto del Filósofo griego Aristóteles en el año 360 A. C.

Somos libres, no pertenecemos a nadie, y no podemos querer ser dueños de los deseos, de la voluntad o de los sueños de quien quiera que sea. La razón de tu vida eres tú mismo. Tu paz interior es tu meta en la vida.

Cuando sientas un vacío en el alma, cuando acredites que aún te está faltando algo, aún teniéndolo todo, guarda tus pensamientos para tus deseos más íntimos y busca la divinidad que existe en ti.

No coloques el objetivo demasiado lejos de tus manos, abraza a los que están a tu alcance hoy.

Si andas preocupado por problemas financieros, amorosos, o de relaciones familiares busca en tu interior la respuesta para calmarte, tú eres el reflejo de lo que piensas diariamente.

¡Deja de pensar mal de tí mismo y sé tu mejor amigo siempre!

¡Sonreír significa aprobar, aceptar o facilitar. Entonces habrá una sonrisa para aprobar el mundo que quiere ofrecerte lo mejor!

Con una sonrisa en el rostro las personas tendrán las mejores impresiones de ti, y tú estarás afirmando para ti mismo que estás “próximo” para ser feliz…

Trabaja, trabaja mucho a tu favor. Deja de esperar la felicidad sin esfuerzos. Deja de exigir de las personas aquello que ni para ti has conseguido aún.

Criticar menos, trabajar más. Y, no te olvides nunca de agradecer. Agradece todo lo que está en tu vida, en cada momento, inclusive el dolor. Nuestra comprensión del universo aún es muy pequeña para juzgar lo que quiere que sea nuestra vida.

¡La grandeza no consiste en recibir honores, más en merecerlos!

El éxito silencioso

Los Gemelos en el "Valle de los Volcanes" - Andagua (2 de 86 volcanes apagados)
Me permito pasarle una duda que prácticamente es una certeza y me gustaría conocer su opinión al respecto. Creo que en el tiempo presente, a diferencia de épocas anteriores, el éxito personal no depende exclusivamente del esfuerzo, la inteligencia o habilidad que uno pueda tener en el desempeño de sus tareas. Me parece que hoy en día es requisito indispensable, para el éxito económico o popular, carecer de escrúpulos o tener muy pocos. Aplico esto a deportistas, sindicalistas, políticos, empresarios y profesionales. ¿Es posible?
VIctor J. Cordovero
Qué es el éxito? No es la fama, por cierto, ni el prestigio ni la reputación. Hay gente famosa por los peores motivos. Hay quienes no se fijan en medios para adquirir reputación o algo que se le parezca (y luego hacen poco por honrarla). Si el fin justifica los medios, todo vale. Y si el éxito (confundido con fama, notoriedad o popularidad) es un fin, quien lo persiga, posiblemente deje los escrúpulos a un lado. Mucho prestigio suele esfumarse en cuanto se apagan los reflectores y se descubre que la conducta del prestigioso no tiene bases éticas firmes. Albert Einstein dijo alguna vez: "Intenta no volverte un hombre de éxito, sino convertirte en un hombre de valor". Al final del camino, un hombre de valor podrá decir, con fundamento, que tuvo una vida exitosa. Nada tendrán que ver los espacios mediáticos ocupados, la fortuna acumulada, ni los oropeles que lo envuelvan. Si nos guiamos por la concepción más banal de éxito, veremos que hay ladrones, corruptos, mentirosos y manipuladores muy exitosos en lo suyo. Pero Einstein no hablaba de ellos.
El médico y filósofo Víktor Frankl sostenía que la trayectoria de una vida puede evaluarse sobre una línea horizontal, en uno de cuyos extremos está el éxito y en otro el fracaso. Cuanto más se acerque al primer extremo, esa vida será considerada como exitosa, según lo que se entienda por éxito, y mientras se aproxime al segundo punto será vista como fracasada. Para muchos basta con esa única vara, pero Frankl proponía cruzar sobre ella otra, vertical, que en la punta inferior tiene al vacío y en la superior al sentido. Habría que valorar cualquier existencia considerando simultáneamente ambas trazas. Se vería entonces que muchas vidas fracasadas según los parámetros dominantes acerca del éxito, están plenas de sentido. Y muchas vidas supuestamente exitosas se hunden, vacías de sentido, en una tremenda angustia existencial. Cuando se da esta combinación asistimos a ejemplos patéticos, que en las profesiones y actividades mencionadas por nuestro amigo Víktor suelen mostrarse con implacable crueldad y sin metáforas, a pesar de las apariencias. La misma situación es también frecuente en personas menos famosas o mediáticas, pero no menos exitosas en sus ámbitos habituales.
Alguien que ha logrado realizar su vocación y se siente afectivamente pleno, pero no es famoso ni popular ni tiene cuantiosos bienes para lucir, podría ser un fracasado para quienes se guían por la línea éxito-fracaso, aunque alcanzaría la cima si se lo valora en la polaridad sentido-vacío. Es verdad, también, que muchos individuos aúnan el sentido y el éxito en una existencia trascendente, mientras en otros el fracaso y el vacío confluyen de modo dramático. En definitiva, se trata de los valores morales que sostienen la vida de cada quien, de la manera en que estos se convierten en acciones y de la responsabilidad con que alguien asume su propio derrotero, sin culpar a otros ni valerse de ellos. El ensayista y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882), impulsor del trascendentalismo (filosofía según la cual cada individuo es parte del universo y su alma debe estar en armonía con éste), sostenía que: "El éxito consiste en obtener lo que se desea y la felicidad en disfrutar lo que se obtiene."
Este pensador, que inspiró a Walt Whitman (el inmenso poeta de Hojas de hierba), no hablaba del deseo en términos de impulso ciego y caprichoso. En su frase, el valor de obtener lo que se desea, puede ser entendido como el logro de un propósito, de una meta existencial que nos lleve más allá de una simple vida vegetativa limitada a comer, dormir, trabajar, consumir y pasarla bien. Desde esta óptica, el éxito es un medio y la felicidad trascendente un fin. Esto es algo muy diferente de los cinco minutos de fama, de poder o de auge monetario, que, más allá de lo que duren, serán siempre cinco minutos en el reloj que de veras cuenta. Las vidas más exitosas no son siempre las más conocidas. Y eso es parte de su éxito.
Por: Sergio Sinay

miércoles, 14 de septiembre de 2011

La oración de la maestra

Alpamayo - La montaña más bella del mundo

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.

¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.

Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!

Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más horas que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.

Por: Gabriela Mistral

lunes, 12 de septiembre de 2011

"Hay emociones que pueden matarte"


Nevado Salkantay

Entrevista a: Stella Maris Maruso, terapeuta que aplica la psiconeuroendocrinoinmunología.



n  Tengo 55 años. Nací en Buenos Aires, donde vivo. Educo a personas que atraviesan crisis severas. Estoy casada y he criado cuatro hijos. ¿Política? Ayudar a los demás a vivir hasta el último instante. ¿Dios? No soy religiosa, soy espiritual: experimentar la trascendencia me sana.

n  ¿Cuántos pacientes?
Casi 30.000 en los últimos 30 años, con enfermedades de todo tipo, cánceres...

¿Cómo los ayuda?
No tratando de no morir, sino de vivir hasta morir. De morir bien.

n  ¿Qué es morir bien?
Vivir hasta el último instante con plenitud, intensamente. Vivir más no es más tiempo, sino sentirte alegre por estar aquí y ahora.

¿Acaso no vivían antes de enfermarse?
¡Muchos agradecen que su cáncer les haya enseñado a ser felices, a vivir! La enfermedad es una oportunidad de enriquecerse.

n  Mejor que no llegue.
¡Pero llega! El dolor entra en todas las casas. ¡Y esto hay que saberlo! Deberíamos aprender desde niños que morir es parte de la vida, y a fortalecernos en cada contrariedad.

No nos lo enseñan, es verdad.
Al no aprender a dominar la mente, vivimos arrastrados por ella. Eso es malvivir. ¡La mente es demasiado loca para confiarle tu vida! Confíale tus negocios, ¡pero no tu vida!

n  ¿Por qué no?

n  La mente va de excitación en excitación, te impide gozar la vida. Los médicos dicen que padecemos "síndrome de déficit de deleite": ¡no sabemos gozar de lo que nos da la vida!

n  Yo lo procuro.
Un 10% es lo que te pasa y un 90% es lo que haces con lo que te pasa.
Cuestión de actitud. ¿Cuál es la mejor?
Sentir pasión ante la incertidumbre de la vida, ante lo que sea que vaya a traerte.

¿Sea lo que sea?
Sí. Los psiquiatras detectan que hoy padecemos de neurosis noógena: falta de responsabilidad y sentido de la propia existencia.

Pues sí que andamos mal.
Sí, pero la ciencia vanguardista trae buenas noticias: acudiendo a tu interior puedes obtener todo lo que necesites, producir endógenamente todas las drogas analgésicas, euforizantes... ¡Puedes aprender a sanarte!

n  ¿Y prescindir de la medicina?
Hablo de la tercera revolución de la medicina: después de la cirugía y los antibióticos, llega la psiconeuroendocrinoinmunología.

A ver si me cabe la palabra en una línea.
Es la disciplina que integra psiquismo y biología, tras treinta años de investigaciones de sabios como Carl Simonson, Robert Ader, Stanley Krippner...

n  ¿Qué postulan?
La interconexión del sistema nervioso central, el nervioso periférico, el endocrino y el inmunológico. Te lo resumo: ¡las emociones modifican tu capacidad inmunológica!

¿O sea que una emoción puede enfermarme?
La angustia ante lo incierto, el miedo, la desesperanza, el remordimiento, la rabia... ¡Cada una tiene su bioquímica! Y es venenosa, es depresora del sistema inmunológico.

¿De un día para otro?
La salud no es un estado: es un proceso, y muy dinámico. ¡Por tanto, siempre puedes reforzar tu salud si trabajas tus emociones!

n  ¿Las trabaja usted con sus pacientes?

n  Sí. Hay pacientes ordinarios, sumisos a creencias establecidas, y pacientes extraordinarios, que generan creencias sanadoras.

Creer que puedes curarte... ¿puede curarte?
Hay un viejo experimento famoso: a cuarenta mujeres con cáncer de mama, el médico les contó que la quimioterapia las dejaría calvas. Luego, sólo suministró quimioterapia a veinte mujeres y dejó que las otra veinte creyesen recibirla...

n  Y no me diga que...

Sí, sí: el 60% de las segundas quedaron tan calvas como las tratadas con quimioterapia. ¿Qué modificó la bioquímica interna de esas mujeres? ¡Sus propias creencias!

Inducidas por el médico.
Lo que demuestra el enorme poder del médico. ¡El médico puede estimular con su actitud la capacidad autocurativa del paciente! Un hijo mío es médico: a él y a todos los médicos les ruego que jamás le digan a un paciente que su condición biológica es irreversible. Ese es el único pecado médico.

Pues hay diagnósticos que desahucian.
Son condenas: matan más que el tumor. Acepta el diagnóstico que sea, ¡pero jamás aceptes un pronóstico! Jamás: si abandonas la esperanza de mejorar, de luchar por tu propia salud..., activas el suicidio endógeno.

Pero sembrar falsas esperanzas...
¿Falsas? A mi padre le pronosticó el médico tres meses de vida por un diagnóstico de cáncer de próstata diseminado al hígado. Trabajamos juntos con amor, relajación, meditación, nutrición... y al año no tenía células cancerosas. Vivió 18 años más.

¿Qué dijo su médico?
"Milagro", dijo. Remisión espontánea. Desde ese día cerré mi empresa y me volqué a ayudar a otros como a mi padre. Y yo hoy vivo en la frontera del milagro: la remisión es un efecto colateral en enfermos que han abrazado las fuerzas de la salud, la vida.

n  ¿Cómo han dado ese abrazo?
Sintiendo que la enfermedad enriquece su vida y que morir no es un castigo, ampliando el círculo de lo que les importa y poniéndose al servicio con amor por la vida que nos traspasa, escapando de su cabeza y empezando a sentir: a reír, a llorar... Se han permitido asombrarse y han experimentado estados de trascendencia.

¿Qué entiende por trascendencia?
Liberarte de tu historia pasada y del temor por la futura. La meditación ayuda mucho. Y eso cambia tu bioquímica: estás sano, ¡vives! Por el tiempo que sea, estás vivo.

n  El cáncer de su padre le enseñó cómo ayudar a miles de pacientes desde su Fundación Salud (www.fundacionsalud.org.ar), en Argentina, avalada por científicos de primera fila que la invitan a la facultad de Medicina de la Universidad de Harvard a participar en seminarios de curación espiritual (sic): por aquí aún no nos suena, pero ella me asegura que será el nuevo paradigma médico, en el que el paciente dejará de ser visto como una máquina estropeada que tenga que ser reparada o desahuciada. Esta señora entusiasta me enseña que todo lo que como, pienso y siento va tejiendo mi salud, y que puedo aprender a tejer. Si este mensaje puede servir a otros, por favor compártelo.

Muchas gracias. Qué disfrutes de este día!!!

“Con los ojos abiertos, ves.

Con los ojos cerrados, sabés”

viernes, 9 de septiembre de 2011

Qué te ha sucedido...

Volcán Ubinas

Niña buena, niña hermosa, la del amor infinito..., ¿no era acaso suficiente tu cuna pobre ¡niña humilde!?, ¿no fue suficiente perder a tu madre en tu más tierna infancia y sólo guardar el recuerdo del ser que nunca viste?. La vida se ensañó contigo, aunque eso no explique nada, porque también nada quiere explicarse... sólo recordar para recordarte.
Creciste, tierna niña, bajo el rigor del autoritarismo de un padre de carácter severo, de la madrastra que te quiso a su modo pero que te encomendaba deberes y trabajos que relegaron tu educación formal y personal y, así llegó cargada de misterios y profundamente incomprendida tu primera menstruación como una traumática incógnita, porque primero era la "faina" para los conejos y carneros, traer agua de la distante acequia, acarrear la leña y moler el trigo. Y, ese fue tu hogar, donde se compartía la pobreza, la esperanza si la cosecha era buena, los juegos con tus hermanitos y fundamentalmente "el trabajo".
Al irrumpir los albores de la juventud y tus apenas quince años partiste "a la ciudad" donde forjarías tu futuro que en realidad era desenvolverse al simple azar, constituyéndose en juguete de las circunstancias y ser pasiva del vaivén de lo desconocido, porque tú ingenuamente no te preparaste ni fuiste preparada para el reto. Tu voz y tu integridad se perdían bajo el velo del olvido...
Tu vida, sin embargo, debía proseguir y así, qué mejor... te acogieron en el hogar de tu hermana que era un cuartito alquilado, donde con los días ocurrió su fallecimiento en el amanecer de la  producción industrial salvadora y maravillosa de la penicilina y sulfamidas y tú, como era la tradición, debías encargarte de tus sobrinos y el hogar partido o sea también del esposo o el esposo de ti..., así tuviste y cuidaste esos niños y los tuyos propios.
Iniciaste tu labor monumental, que vi pero recién años mas tarde comprendí y consistía, todos los días, en trabajar y trabajar, madrugando aún oscuro para preparar el desayuno y luego ver el aseo ropa y útiles para el colegio de tus nueve hijos, luego lavar ropa y asear el hogar, nuevamente preparar los alimentos para el almuerzo, con un chupe segundo y fruta, servir los alimentos lavar ollas y platos y despachar nuevamente los retoños al colegio que era mañana y tarde incluyendo sábados, para a la salida de clases servir el lonche que consistía en leche y pan con mantequilla y, preparar la cena sopa y segundo diferentes del almuerzo y nuevamente lavar toda la vajilla, ver las necesidades de tu crianza y remendar la ropa porque la ropa se remendaba y la aparente sobreabundancia de comida era solo el temor de que los hijos enfermaran con la temible tuberculosis en tiempos sin antibióticos como los de hoy. Los domingos se iba a misa, las compras del mercado y también se trabajaba todo el día mientras los chicos se ocupaban de sus juegos. Todo en la compañía de una radio a tubos marca Mende.
También atendías a tu marido, Pepe, hombre bueno, cariñoso, trabajador, que se auto educó y poseía innegables dotes de inteligencia destacada y muchas habilidades y virtudes, afectado del machismo endémico que probablemente fué su mayor defecto, porque las flores y frutos de tal suelen ser el abuso y el autoritarismo que perjudica a la pareja y por extensión a la familia.
Quizás tus únicas verdaderas amigas fueron tu suegra Eugenia y tu cuñada solterona Judith, con la primera disfrutabas de conversaciones y salidas al cine ocasionalmente y con la segunda tribulaciones de la vida acaso buscándose simplemente para tener un interlocutor auténtico. Como caso anecdótico siempre recordarías que tu suegra nunca se enojaba o mostró enojo alguna vez lo que más que increíble pareciera ser un milagro.
Y cómo amaste a tus hijos a todos, porque día a día te consumías en la candela del amor y fuiste la vela que inmolando su luz iluminabas a los tuyos. Lo diste todo y nunca te amilanó quedarte sin nada... porque ya nada queda... todo es silencio. Y la ingratitud duele... pero estoy seguro que eso no te importa porque estás para dar y nunca viniste a pedir. Lo tuyo fue firmeza y constancia.
Mujer de convicciones, te amo y te admiro. Sé que confías en Dios... quien en su infinita bondad te reconforta y está contigo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Quién es el escritor más prolífico del mundo?

En el nevado Ampato, erupción del volcán Sabancaya


El Nobel de Literatura se presta a engaños. Más de un comentarista despistado ha dicho que todo es un asunto de trabajo: si te levantas a las cinco de la mañana todos los días de tu vida, escribirás como Vargas Llosa. Mentira. Nunca tendrás la disciplina de VLL. Nunca escribirás tantas novelas. Y tu entusiasmo terminará de irse al tacho cuando leas que el autor más prolífico del mundo no es un literato, sino un científico que ha escrito más de 200 mil libros.
Sí, más de 200 mil

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