sábado, 29 de octubre de 2011

Miradas

Hualca Hualca - Caylloma


Paulo Coelho



“La calma absoluta no es la ley del océano, lo mismo ocurre en el océano de la vida.”

“El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar…Y corren el riesgo de vivir sus sueños.”

“Esperar duele. Olvidar duele.  Pero el peor de los sufrimientos es no saber qué decisión tomar.”

“Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante de un desafío, y  pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio.”

“Coraje. Comenzando la jornada con esta palabra, y siguiendo con la fe en Dios, llegarás hasta donde necesitas.”

“La posibilidad de realizar un sueño, es lo que hace que la vida sea interesante.”

“El sabio es sabio porque ama. El loco es loco porque piensa que puede entender el amor.”

“Cuando alguien desea algo, debe saber que corre riesgos, y por eso la vida vale la pena.”

“Afronta tu camino con coraje, no tengas miedo de las críticas, y no te dejes paralizar por tus propias críticas.”

“Las personas cambian, cuando se dan cuenta, del potencial que tienen para cambiar las cosas.”

“Todos los días, Dios nos da junto con el sol, un momento, en el que es posible cambiar lo que nos hace infelices.”

“Todas las batallas en la vida sirven para enseñarnos algo, inclusive aquellas que perdemos.”

“El tiempo del miedo se acabó, ahora comienza el tiempo de la esperanza.”

“Valentía, no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar del miedo.”

“Lo que ahoga a alguien no es caerse al río, sino mantenerse sumergido en él.”

“Dios es el mismo, aunque tenga mil nombres; pero tienes que escoger uno para llamarlo.”   

“Nadie logra mentir, nadie logra ocultar nada,  cuando mira directo a los ojos.”

“Sabio es aquel hombre que consigue cambiar de dirección, cuando se ve forzado a ello.”   

“La fe es una conquista difícil, que exige combates diarios para mantenerla.”

“Cuántas cosas perdemos por miedo a perder.”

“Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: “¡El miedo a fracasar!”

¡Suerte!

domingo, 16 de octubre de 2011

Brasil 360° experience


Rio de Janeiro

Bienvenido a una nueva experiencia. Bienvenido a Brasil 360°, un viaje interactivo que lo llevará a conocer los diferentes escenarios brasileños, de una manera que nunca había visto:



jueves, 13 de octubre de 2011

Te perdono porque te amo y no me amas

Solimana (visto desde la laguna Pallarcocha)
extracto del libro ALEPH

- Recuerdas el Aleph. Recuerdas lo que sentías en ese momento. Las explicaciones y las respuestas no serán suficientes. Confundirán aún más lo que ya es bastante complejo. Simplemente perdóname.
- No sé por qué tengo que perdonar al hombre que amo.
Hilal busca inspiración en las paredes de oro, las columnas, la gente que viene a esta hora de la mañana, las llamas de las velas encendidas.
- Perdono a la chica que fuí, no porque quiera ser una santa, sino porque no quiero soportar este odio. Este odio pesado.
Esto no era lo que yo esperaba.
- No puedes perdonar a todos y todo, pero perdóname.
- Perdono todo y a todos. Te perdono porque te amo y no me amas. Te perdono porque me rechazas y pierdo mi poder.
Ella cierra los ojos y levanta sus manos hacia el techo.
- Estoy liberado del odio por medio del perdón y el amor. Entiendo que el sufrimiento, cuando no puede ser evitado, me ayuda a avanzar hacia la gloria.
Hilal habla en voz baja, pero la acústica de la iglesia es tan perfecta que todo lo que dice parece hacer eco a lo largo de las cuatro esquinas. Pero mi experiencia me dice que está canalizando el espíritu de un niño.
Las lágrimas que derramé, yo perdono.
El sufrimiento y las decepciones, yo perdono.
Las traiciones y mentiras, yo perdono.
Las calumnias y las intrigas, yo perdono.
El odio y la persecución, yo perdono.
Los golpes que me dieron, yo perdono.
Los sueños rotos, yo perdono.
Las esperanzas muertas, yo perdono.
El desamor y la envidia, yo perdono.
La indiferencia y la mala voluntad, yo perdono.
La injusticia en el nombre de la justicia, yo perdono.
La ira y el maltrato, yo perdono.
El abandono y el olvido, yo perdono.
El mundo con toda su maldad, yo perdono.

Ella baja los brazos, abre los ojos y coloca sus manos en su rostro.
Me acerco a besarla, pero ella hace una señal con las manos.
- No he terminado todavía.
Ella cierra sus ojos y mira hacia arriba.
La pena y el resentimiento, los sustituyo con comprensión y entendimiento.
La rebeldía, la sustituyo con la música que sale de mi violín.
El dolor lo sustituyo con olvido.
La venganza, la sustituyo con victoria.

Seré capaz de amar por encima del desamor.
Dar incluso cuando estoy despojada de todo.
Trabajar feliz incluso cuando estoy en medio de todos los obstáculos.
Secar las lágrimas, incluso cuando aún estoy llorando.
Creer incluso cuando estoy desacreditada.

Ella abre los ojos, pone sus manos sobre mi cabeza y dice con la autoridad que viene de arriba:
- Hágase tu voluntad. Hágase tu voluntad.

Paulo Coelho's Blog

domingo, 9 de octubre de 2011

Credo

Catarata de Sipia (Cañón de Cotahuasi)

Creo en la aventura. Puesto a escoger entre la seguridad y la aventura escojo siempre la segunda opción. Creo que la vida –para merecer seguir llamándose así– tiene que ser siempre una aventura.

Creo en la libertad. Y si el precio de la libertad es la soledad, creo fanáticamente en la soledad. Y si el precio de la soledad es la muerte, creo a pie juntillas en la muerte. Abrazo entonces mi libertad con la misma alegría con que abrazo mi soledad y mi muerte porque sospecho que, al final, las tres son la misma cosa.

Creo en la energía de la gente. Creo que no hay personas buenas ni malas. Hay personas que tienen una impecable energía y desde el momento que llegan, perfuman tu día y lo iluminan. Y hay otras personas que lo oscurecen y lo contaminan con su sola presencia, sin necesidad de haber hecho ni dicho nada. Creo que eso que irradian es la consecuencia, el macerado, la esencia de todo lo que han sido. Y de todo lo que no han sido, sobre todo.

Creo que, tanto la alegría como el dolor, están vivos y existen. No son abstracciones: son materia realmente existente en el universo, un ente invisible que flota en el aire, que palpita y se siente y se respira por los poros. Creo que alegría y dolor son como dos nubes que nos envuelven –una blanca y benéfica, la otra tóxica y negra–, dos nubes a cuyo crecimiento o extinción contribuimos todos los pasajeros en cada segundo del día.

Creo que uno acumula créditos, o mejor aun, acumula vidas –como en los juegos de video– por cada buena cosa que hace por los demás. Creo que esa es la razón por la que no hay que perder ninguna oportunidad de hacer el bien. Creo que hay que tener claro que no lo hacemos porque seamos muy generosos. Todo lo contrario: creo que las raras ocasiones en que somos buenos lo somos por puro egoísmo. Porque más que ayudar al prójimo, hacer el bien nos fortalece, nos vacuna, nos inmuniza contra el infortunio que, de todos modos, llegará.

Creo en el amor porque hay temporadas insólitas o instantes inenarrables –como este– en que efectivamente lo detecto merodeando por las inmediaciones de mi alma torera.

Creo que el amor principal, el supremo romance de una vida no se reconoce por su duración sino por su intensidad. Puedes haber vivido guardando estricta lealtad a la muchacha equivocada, así como puedes haber atisbado la más gloriosa eternidad conversando casualmente en el teléfono público con la que siempre será la mujer de tu vida.

Creo que el amor no se acaba con la muerte. Creo que mis muertos me siguen queriendo y me siguen cuidando del mismo modo en que yo los seguiré queriendo, extrañando e invocando todos los días de mi vida. Y también después.

Creo que, cuando ella sabe que yo más la necesito, mi madre viene a visitarme por las noches, mientras duermo.

Creo que, como ella, vienen también, cuando hace falta, algunos de mis amigos más queridos, aquellos cuya memoria me gusta honrar colocando las fotos de sus sonrisas enmarcadas en plata sobre mi velador.

Creo en lo que Jaime Bedoya escribió alguna vez: a todos se nos ha entregado el mismo radio a pilas: que el soundtrack de tu existencia sea una melodía celeste en frecuencia modulada o un bochinche vulgar y enloquecedor depende únicamente de lo bien que hayas aprendido a mover tus deditos sobre el dial: para encontrar esa música que siempre anhelaste escuchar, el único truco es conseguir sintonizarla.

Creo que buena parte de la infelicidad reinante podría atribuirse a las siguientes dos promesas de amor que, en realidad, suenan a maldiciones o condenas: “eres mío” y “estaremos juntos toda la vida”. Creo que nadie es propietario de nadie. Creo que nada es para siempre. Creo en juramentos como “Esta noche soy tuyo” o “Estaremos juntos todo el fin de semana”. Me suenan muchísimo más sinceros. Y más probable, además.

Creo que el futuro no es el 2046. Creo que no hay que hacer demasiados planes. Creo que el futuro es la tarde de hoy y, con un poco de suerte, quizás la noche. Creo que si me preguntaran cuales son mis proyectos para el futuro, respondería: terminar de escribir esta columna, enviarla a Lima, almorzar dim sum en el barrio chino, asentarlo con té verde o té jazmín para luego regodearme aplanando estas calles que amo, recargando mi espíritu de esa fantástica electricidad, teniendo cuidado de llegar a la orilla del río Hudson a la hora en que se oculte el sol. Creo que esos son todos los proyectos que tengo para el porvenir.

Creo que todo ser humano tiene el sagrado derecho de mandar todo a la mierda, llegado el momento adecuado.

Creo que el famoso éxito no solo consiste en que te paguen por hacer aquello que tú pagarías por hacer. Consiste, sobre todo, en poder dejar de hacerlo en el preciso instante en que soberanamente lo decidas. De preferencia, en el mejor momento, claro. Y si es posible, entre aplausos.

Creo haber descifrado uno de los mayores enigmas de mi existencia: ¿En qué momento se jode uno, entonces? En el momento en que permite que la plata lo gobierne. La tarjeta, la deuda y el fraccionamiento, la cuota del carro, la hipoteca del depa, el saldo de tu cuenta, el préstamo, el seguro, la AFP y toda esa mierda. Me prefiero sin más patrimonio que el que cabe en mi mochila. Creo, sin embargo, que mi actual y bendita libertad no sería del todo plena sin mi actual y bendita billetera.

Creo que, en aras del yin yan, del delicado equilibrio entre los seres y las cosas, cuando regresas al lugar, al trabajo o al país del que alguna vez te botaron de una patada en el culo, debes esperar el momento perfecto para aplicar la justicia poética y emparejar el marcador y retribuir tamaña elegancia mandándote mudar. Creo en Oscar Wilde cuando decía: no hay nada mejor que ser esperado y no llegar.

Creo, por las mismas razones y apelando a mi novedosa humildad, que a estas alturas del partido soy un producto peruano de exportación, creo que Estados Unidos debería considerar la posibilidad de volver a quedarse una buena temporada conmigo.

Creo que la felicidad es sencillamente esto, sentarse a escribir ante un teclado bajo el sol como un pianista loco que hubiera sacado su piano de cola a la calle para interpretar alguna sinfonía silenciosa en el medio de la multitud que se asolea sin camisa sobre la hierba de Washington Square.

Creo en el majestuoso poder de la palabra. Creo en su poder para abrir las mentes como flores, para detener el golpe a tiempo y al tiempo de golpe, para conjurar la ruindad, para imitar a la sabiduría, para alejar de ti a la tristeza y a su hijito, el dolor. Una palabra tuya bastará para sanarme o para enfermarme, para destruirme o para salvarme.

Creo en el sereno lujo de haber aprendido por fin a disfrutar de mi agridulce compañía.

En todo esto creo muy firmemente, señores pasajeros, damas y caballeros.
Pero, a veces, por supuesto, también dudo.

Por: Beto Ortiz

martes, 4 de octubre de 2011

El Ex Esposo



Una mañana una joven recibió una llamada de su esposo, en el que le decía…: Yo también sentí lo  mismo que tu anoche sentiste....  Te espero dentro de una hora en el parque….  Junto al pequeño muelle del lago. Ella puso el teléfono en su lugar y su impresión fue un poco aterradora,  ya que un día antes había soñado a su esposo, con quien había discutido y quedado en malos términos, y que, por rencores y orgullos ambos decidieron dar fin a su relación y a la comunicación de pareja y amistad.

Tomó una ducha, se arregló y pensó en decirles a sus amigas que él le había llamado, pero prefirió dejarlo en privacidad.... Total, era el momento para que ambos volvieran a cruzar palabras, ya que el orgullo no debe ser eterno, ni mucho menos un castigo en juicio….

La joven se dirigió al parque, se acercó al pequeño muelle y se sentó, observando y pensando que iba a pasar, ¿qué le diría su esposo?  ¿de qué iba hablar?.  Miraba a la gente pasar y entre esa gente vio a su esposo, que se acercaba a ella de forma misteriosa…. ¡Lo vio extraño,  vestía totalmente diferente!.

No vestía sus ropas frecuentes, ahora vestía un camisón blanco... que hacía ver en su rostro una extraña palidez, su mirada reflejaba una paz inmensa, lucía sereno.  Era como si emanara rayos de luz… vestía unos zapatos impecablemente limpios del mismo color del camisón.... Ella intentó decirle hola pero él le dijo…: Caminemos ….

El comenzó la conversación.... He sabido que  has estado triste y que has tenido muchos problemas....

Te he soñado llorando... te he escuchado gritar afuera de mi casa…. Y no me acercaba a ti, debido a las circunstancias, debido a tontos orgullos, yo sé que tu no querías saber nada de mi.… Y no te culpo.… Te lastimé demasiado, te hice mucho daño y logramos alejarnos…. No vengo a discutir.... No vengo a pedirte perdón.... Sólo he venido a decirte que aunque las  cosas no se arreglaron en su debido momento.… Yo creo que nunca es tarde.... ¿Sabes?, esperé a que tú me llamaras, para poder platicar.… Pero tu llamada nunca llegó….

El esperarte... el pensar en ti.… Borró mi apetito.... Se robó mis días de sol… y me fue venciendo poco a poco…. Sin embargo guardé Fe… y dije "ella llamará"…. Mas nunca lo hiciste…. Como siempre…. No te culpo pero si te comprendo…. Se lo que sentiste anoche… se lo que te pasó, yo también lo sentía en ese momento, pero con mucho más dolor.…  Grité tu nombre mil veces … y grité mil veces perdón…. Qué lástima que no me hayas escuchado.… Qué lástima que no me hayas llamado.… ¿Pero sabes amor?, creo que nunca es tarde para perdonar y si te pedí que vinieras al parque fue para entregarte esto….

Él le entregó en sus manos una cruz, la cual era símbolo del amor de los dos.… Esta cruz es mi cuerpo... esta cruz es quien soy.…  Te amé, te amo y te amaré por siempre; quiero que la conserves contigo por el resto de tu vida….  Ella se quedó sin palabras mientras gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas….  La gente la miraba y la señalaban.... Alguien le preguntó…:  ¿Oiga, está usted bien?  Y, ella respondió…: Si ¿por qué?  -La veo caminar y la veo llorar.... ¿Le sucede algo?…. -Nada, gracias, simplemente estoy conversando con él….  La persona que preguntó se retiró extrañada del lugar.…

Ella acompañó hasta la casa a su esposo, que no era otra que la de sus suegros.  El, le pidió que por favor lo esperara afuera y ella accedió… él nunca la hacía esperar en el patio.…

Se quedó 10 minutos esperando… y no regresaba.

De pronto escuchó voces y vio salir de la casa a los hermanos y amigos de su esposo, todos con cara triste y ojos llorosos.…

La abrazaron y le dijeron...:

Se nos fue, se nos fue….

Una extraña sensación recorrió todo su cuerpo.

Y entró corriendo a la casa, entró a la recamara de su esposo.... En ella se encontraba la mamá de su esposo… abrazada del cadáver de su hijo el cual reflejaba en su rostro una profunda tristeza…. 

La joven con llanto y un nudo en la garganta.… Le preguntó a la señora.: ¿Qué sucedió?, ¿Dígame qué sucedió?. 

Dice el doctor que murió de tristeza.… El dejó de comer... dejó de reír…. No sabemos si el desamor lo alejó de todo y de todos....

No sabemos si el sentimiento de culpa lo hizo infeliz….

¡Te ha dejado esta carta! le dijo...: -Ella comenzó a leer….  ¿Sabes amor?. Yo también sentí lo mismo que tú…. El aire empieza a faltarme, intento gritar pero no puedo, luces blancas iluminan mi recamara.…  Me voy para siempre amor....

Gracias por haber ido al Lago….

Gracias por estar aquí.…

Aunque en vida no me pudiste perdonar.…  Sé que ahora lo harás frente a mí.....

Ella miró el cadáver.… Y, solo dijo: Perdóname tú a mí....

En el amor, en la amistad… en la familia… no dejemos entrar sentimientos mezquinos en nuestro corazón, como lo son el rencor, el odio, el orgullo, la ira, etc.... Aprendamos a perdonar y a pedir perdón.  No dejemos que mañana sea demasiado tarde.… Mírense a los ojos… y sientan lo bello que es "vivir y perdonar“.

 Que Dios les bendiga y llene su corazón sólo de amor....

Enséñaselo a tus amigos… si no lo haces hoy… mañana será demasiado tarde....


Por: Anónimo

lunes, 3 de octubre de 2011

La nostalgia ya no es lo que era

Ruta 11 (Santa Fé)

Se acuerda de los tiempos en que el amor tenía misterio?
¿Cuando el sexo no descartaba el pudor?
¿Cuando la privacidad no era pública?
¿Cuando los regalos no se cambiaban?
¿Cuando aún podíamos ir a cualquier evento social porque atravesar la Capital no se convertía en una tortura, con cortes de calles, manifestaciones a granel y embotellamientos producidos en las horas pico por los miles y miles de autos circulando?
¿Cuando escribíamos cartas y esperábamos que el cartero nos trajera la ansiada respuesta?
¿Cuando en los aviones, en clase turista, nos entregaban un menú?
¿Cuando viajar a otro continente era un hito en nuestra vida?
¿Cuando la literatura era algo reverenciado por mucha gente?
¿Cuando los padres ejercían su autoridad sobre los hijos sin dejar de ser cariñosos y comprensivos?
Todo esto no pasaba en la prehistoria, sino hace apenas más de veinte años. En ese ayer próximo, en ese pasado actuante, como lo denomina el escritor español Javier Cercas. No hay que ser, pues, un dinosaurio para rememorarlo.
Claro, al resucitarlo, uno siente un hilo de nostalgia. Pero también, para ser ecuánimes, hay que volver vívidamente a esa época y recordar otras cosas que, francamente, solían ser bastante nefastas.
¿Se acuerda también cuando en el país, conseguir un teléfono para nuestro hogar podía tardar décadas?
¿Cuando debíamos hacer largas filas detrás de los teléfonos públicos para comunicarnos con otras personas?
¿Cuando había tantos prejuicios y, en consecuencia, mucha menos libertad?
¿Cuando la gente se moría mucho antes de que le colocaran un bypass (Favaloro, ¡gracias!), o un stent porque no existían. Ni la laparoscopia ni los estudios médicos computarizados ni las drogas que fueron apareciendo y mejorando la calidad de vida de todos?
Como se puede advertir, no todo tiempo pasado fue mejor. En algunas cosas, sí; en muchas otras, no. La lista, como toda lista, es absolutamente incompleta, pero es lo primero que aparece en mi cabeza cuando hago un pequeño ejercicio de memoria para trasladarme, luego, al presente.
A este presente con celulares, globalización, computadoras cada vez más pequeñas y sofisticadas, cámaras digitales, plasmas, información sobre cualquier tema en Internet, conexiones inmediatas con cualquiera en cualquier parte, edificios inteligentes, cajeros automáticos, medicina nuclear, Photoshop, botox, e-books, etcétera.
Es un presente alucinante, hiperquinético, en el que ya no cabe el asombro porque los inventos son cada vez más sorprendentes y veloces y uno se va insensibilizando incluso para lo maravilloso.
Un presente que ya se parece al futuro, porque la ciencia ficción dejó de ser ficción hace rato y estamos leyendo noticias como por ejemplo que un señor en Estados Unidos está vendiendo lotes en la Luna y entre los compradores hay 1800 argentinos que ya son dueños de 2000 hectáreas lunares.
Entonces la nostalgia, lo repito, no es más que un hilito que nos ata -a algunos- a un pasado cercano en el que los verbos ser y tener se conjugaban de otra manera (creo), en el que el sentimiento y los valores tenían cierto lugar de privilegio, y los códigos también (más allá de la gente sin escrúpulos que existió en todas las épocas). Algo distinto había, sin embargo, una generación atrás; algo diferente en el universo de los afectos, por lo menos, y esto lo digo tratando de no caer en la simplificación ni en las idealizaciones.
Reconozco y me reconforta ver lo mucho y lo bueno que surge cada día en este mundo convulsionado, en este planeta maltratado, donde hay poco tiempo para el silencio y la contemplación. En este entorno donde todo cambia, donde todo parece desmoronarse y vuelve a renacer, y donde ya un reloj o una lapicera de oro no son para toda la vida, sino una de las tantas cosas descartables, al igual que los últimos juguetes electrónicos que tanto ansiamos para no quedarnos atrás.
Viene a mi mente el título de aquellas apasionantes memorias de la actriz francesa Simone Signoret: La nostalgia ya no es lo que era (1978).
Esta afirmación irónica sigue vigente. Con tanto presente y futuro prodigiosos, ni siquiera la nostalgia puede perdurar.

Por: Alina Diaconu

sábado, 1 de octubre de 2011

Visita Caral, una ciudad milenaria

Es la civilización más antigua de todo el continente americano. Aquí los motivos para conocer esta maravilla de cinco mil años de historia.

En 2009, Unesco la declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad. (USI)

Se cree que la Ciudad Sagrada de Caral fue el núcleo seminal de las culturas andinas. Es decir, aquí se incubaron las principales bases de los posteriores pueblos que se desarrollaron a lo largo del territorio.
La administración teocrática, el intercambio de productos, el sistema de colaboración mutua, el uso de calendarios para fines agrícolas y arquitectónicos, entre otros, fueron conceptos que, según algunos investigadores, aparecieron primero aquí.
Por ejemplo, el Imperio Incaico –cuyo apogeo se dio cuatro mil años después de Caral– es, posiblemente, un heredero de esta cultura. He ahí su importancia.
CENTRO DE PODER. Caral se encuentra a 200 kilómetros al norte de Lima. Es una ciudad cuya construcción se orientó a funciones político-religiosas. Ahí tenemos las pirámides, por ejemplo, espacios ceremoniales, al igual que los altares, templos y plazas.
Además de ello, lo que más sorprende, sin duda, es la construcción circular conocida como anfiteatro. En este lugar se llevaban a cabo actos públicos importantes. Se calcula que esta cultura se desarrolló entre los años 3000 y 1800 a.C.
En la actualidad, Caral ofrece las facilidades necesarias para ser un lugar turístico atractivo. Los precios de las entradas oscilan entre los 4 y los 20 soles. El circuito permite apreciar los principales puntos de la ciudad, es decir, el anfiteatro, las cuatro pirámides, el monolito y las residencias.
Hay servicio de guías, si usted prefiere, así como la posibilidad de recorrer sitios arqueológicos aledaños. Se recomienda llevar un equipo apropiado (lentes, protector solar, gorras, zapatillas cómodas y bebidas hidratantes).

http://peru21.pe/noticia/1311127/visita-caral-ciudad-milenaria