Ficción en borrador

El silencio casi místico del valle interandino fue inesperadamente roto por el terrible estruendo provocado por el máuser y, casi instantáneamente, el proyectil con su carga de muerte impactó, en medio del río, quebrada abajo, en el hombre equivocado, en el amigo que nunca debiera haber estado y disparado por Federico quien signaba con tal acto el inicio del largo futuro que se pudo construir de mil formas diferentes.
La alegre reunión, símbolo de la actitud humana que hace al hombre y lo constituye como tal, terminó en tragedia, terminó en inicio de la historia de una familia como muchas en nuestra patria, como si acaso el azar escribiera y determinara la existencia. Una historia que trataré de contar y que a su vez no es historia ni relato sino, son sueños rotos pero sobre todo es esperanza.
Federico era hijo de padres que le brindaron cariño, educación sobresaliente para la época y que en tal trajinar indeleblemente también le imprimieron traumas y dolor; ésta especial circunstancia fue causa de su peculiar conducta que, hay que entenderla desde su cotidiana existencia, en la fría puna de una olvidada región de nuestra serranía del Cusco. Hay que añadir que sus estudios, para el lugar y época, quinto de secundaria a finales del siglo XIX, lo convertían en un personaje de élite al interior de su comunidad; y, que tal bagaje de conocimientos auguraba fecundidad intelectual y económica y social. Pero, pareciera que las cosas nunca se dan como se esperan y que para algunos el destino estuviera marcado ineludiblemente de una manera sombría y trágica.
Contrariamente a lo que se esperaba, él sentía que era superior a los demás, lo quye no sabía era manejar esa superioridad porque sin saberlo era producto de una educación incompleta, la única educación de la que disponemos en el país. Esta realidad hizo medrar los sentimientos y emociones negativas, fue muy fácil convertirse en bohemio y en aras de la libertad mal entendida, de los amigos, la diversión, caer en el facilismo que es lo mismo que recalar en el no hacer nada positivo. Asi tenemos a un muchacho hace poco egresado de un colegio de la capital que sin mayores objetivos opta casi por inercia volver a sus orígenes un pequeño pueblo andino. Este pueblo, su pueblo de la infancia, vital, colorido, lleno de remembranzas, musicalidad y hospitalidad, lo recibe con los brazos abiertos pero ya no al niño sino al joven en su trajín de ser hombre.
Allí debe establecer su nueva relación con la comunidad. Sintiendo en lo profundo del ser, infinidad de sentimientos contradictorios en la intuición de cosmovisiones diferentes e incomprendidas.
Las amistades de ocasión, que todo lo resuelven y para todo tienen respuesta, sinérgicamente con él construyen el vínculo del aparente progreso mutuo. Ello para unos es solo la sensación del juguete nuevo y para el otro el embobamiento de la razón.
No quiero decir en absoluto que las realidades sean definivas e irreversibles, lo que refiero es solo lo que sucedió y que pudo ser diferente sin la intervención del titiritero que de un modo aciago marcó el sendero que siempre pudo ser otro.