domingo, 15 de enero de 2012

SISAY PACHA (Tiempo de florecer)


"... y le conté la tristeza que tuve al separarnos..."

La soledad en las cumbres andinas y quebradas circundantes, con el frio el tenue aire seco y el viento sibilante, el paisaje las pajitas y otras plantitas de altura, es una sensación que atenaza el alma que te hace conocer el término insignificante sin preguntártelo. Pero ello no es sino el inicio del periplo, si acaso no viviste una noche en estos lugares bajo un cielo estrellado, donde la tierra el silencio y las estrellas se hacen infinitos... Y, como corolario, el amanecer y la salida del sol... te dejan alelado, absorto, ante una página en blanco que tú escribirás…
Igualmente, la infinitud de la pampa argentina, sus bosques, llanos, cadenas montañosas y muy diversa vegetación que, si tienes el privilegio de disfrutar también en sus matices por las noches y al amanecer... es un todo que constituye un espectáculo maravilloso donde las palabras quedan cortas siquiera para intentar describirlo...

"Cada vez que tengo en mis manos un texto tuyo me recuerda las bellas cartas que me escribías allá lejos y hace tiempo..."

Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy, San José de los Pocitos, Yacuiba, Tarija, Potosí, Oruro, El Alto, La Paz, Desaguadero, El Titicaca, Puno, Juliaca, Arequipa y Lima, fue la ruta que te alejó de mi... En realidad partía lleno de sueños y esperanzas, con la convicción profunda de volver a ti la elegida para compartir la aventura de la vida… y cómo la habría disfrutado, mirándote a los ojos cada nuevo amanecer, viviendo tus palabras risas y sonrisas en un mundo solo nuestro edificando el amor sólido e inquebrantable… Sin embargo hubo otros designios, donde los sueños y esperanzas tienen un modo de caerse, quizás abismos del alma donde el existir roto cual copa de frágil cristal no encuentra rumbos. Y, casi todo se deshizo por la fatal falta de decisión de no saber asumir un lapso de dos años que caprichosamente el destino puso de por medio… Luego, sólo quedaban recuerdos, ideales truncados, remembranzas del ayer que evidenciaban una promesa rota. Es posible, no sé por qué razón, que dudara de ti, que creyera que nunca esperarías ese tiempo y dos años… tan cortos… los intuía como una eternidad... Hasta en un momento pensé que te amaría más, que el amor llegaría a su clímax si te perdía y te amaba en silencio. (Nunca dejé de amarte, no te pido nada porque todo me lo diste… Perdóname).

Lo demás… fueron solo consecuencias, así fueran vividas con dedicación, intensidad y pasión… acaso una vida en un mundo paralelo…

Rosario, Pueblo Esther, Arroyo Seco, San Nicolás Pergamino, Fisherton, Casilda, Cañada de Gómez, San Justo, Victoria, Esquina, Paraná, Jobson, Vera, Nogoya, Curuzú Cuatiá, Mercedes, Santo Tomé, Villaguay, Posadas, Encarnación, Oberá, Cataratas del Iguazú, Foz do Iguacú, los Esteros del Iberá, Humahuaca, el Valle de la Luna, Mendoza (con San Martín, Lavalle, Tupungato, Tunuyán, Luján de Cuyo y Maipú); San Luis y sus enormes llanuras secas que hoy son aptas para la agricultura y siembra de soja gracias a una lluvia que nunca antes se daba, Villa Mercedes, Río Segundo, Córdoba, Río Cuarto, Villa María, Marcos Juárez, Neuquén; y lo que no conocí: San Carlos de Bariloche, El Calafate, Glaciar Perito Moreno, Ushuaia, es todo lo que te acerca a mí... porque no fueron lugares o pueblos inertes, fue calor dulzura personas ternuras emociones sentimientos que construyeron mi amor por ti, porque nunca te idealicé y más bien te encontré en cada pueblo entorno pago o lugar que visité, en el río campo bosque arroyo bañado desierto donde estuve, en el viento la lluvia la brisa el aire que viví, porque contigo anduve por pampas valles y quebradas, todo lo que me hizo amarte para jamás olvidarte porque te tengo en las entrañas y vives en mí.

"...mis ojos no pueden dejar de humedecerse, mi corazón palpita aceleradamente..."

De algún modo somos..., tú la generosa y fértil pampa argentina con sus variopintos y espectaculares paisajes y, yo la agreste topografía que muestra el suelo peruano, la peculiar orografía, la costa y sus ríos intermitentes y caudalosos y, la vasta e intrincada Amazonía... ("Dejar que el amor sea lo que debe ser: la savia del árbol, las alas del alma, el color del agua, las estrellas en el fondo de los ojos, la locura en el pensamiento, el calor de la piel... Dejar que el amor sea suficiente").

"...te recordé todo el día con mucho cariño y alegría, te lo había prometido..."

Te decía que la cotidianeidad nunca volvería a ser la misma... (“Estuve todo el tiempo extasiado con tu presencia, relato, apreciaciones, comentarios. No hiciste ningún reproche y a tus ojos asomó una lágrima que no merezco…”). Con tus palabras has creado un mundo nuevo… estaba en la oscuridad… me has tendido la mano… cual regalo me das tu mirada, compartes tus penas y alegrías y, en breves palabras, me rescatas del olvido. -¿Cuánto te quiero? –Pienso que tú eres lo mejor que me ha sucedido, lo que da significado a mi vida, porque los breves momentos que viví contigo fueron eternos…, y hoy, más que  nunca, son parte vívida de mi existencia…: la primera vez que te vi y me quedé sin aliento pues me deslumbraste, los paseos en moto…, tu pueblo natal, el atrevimiento de tomar tu mano y el tuyo de corresponderlo, las fotos…, cuando en Fisherton me acompañaste en el Piper Colt… el primer beso…, el Parque Independencia… las fotos que en slides conservé 45 años… el restaurante La Querencia… y otros que omito como a las personas con quienes gratamente compartimos y que no es el caso mencionar. Cuántos lugares, que tu presencia hizo hermosos… cuántas palabras nacieron de este amor y crearon un mundo de significados… cuántas promesas y ternuras que nunca han de morir y vivirán siempre. -(“Mañanitas dormidas, puertos de ausencia te hacen llorar; lágrimas de amargura que el tiempo nuevo sabrá borrar”)-. Porque tus palabras… toda tú… haces que los dos estemos en un punto donde confluyen todos los puntos, -el Aleph de Borges-, y podamos vislumbrar y comprender todo un pasado que es presente y es futuro. Y, por qué no decirlo, me hace sentir en el umbral del universo….

"...yo no te olvido, un beso..."

Querida mía, hoy sé que nos atreveremos a fluir en el río de la vida, en el sentido de la existencia, transitaremos por la incertidumbre y aceptaremos los cambios y misterios de este devenir...
Cómo olvidar, dulce mujer hermosa, tu presencia física… tus ojos… tus labios… tu rostro… tus manos; cómo olvidar tus palabras… tus gestos y ademanes, tu suave andar, tus risas y sonrisas; cómo olvidar tu esencia… tu alma y corazón que se hacían trasparentes en cada instante; cómo olvidar las caricias… tu aroma… los besos y embelesos… si tú vives en mí…

Carlos

martes, 10 de enero de 2012

El orden espontáneo


El Negro Cucaracha fue uno de los capos indiscutidos de una de las cárceles de Lima durante muchos años y, me dicen, tiene el cuerpo hecho un crucigrama de cicatrices de tanta cuchillada que recibió en esos tiempos turbulentos. Es un moreno alto, fornido y de edad indefinible a cuyo paso la gente de Gamarra se abre como ante un río incontenible. Me lo han puesto de guardaespaldas y no sé por qué pues en este rincón de La Victoria me siento más seguro que en el barrio donde vivo, Barranco, donde no son infrecuentes los atracos con pistola.
El Negro Cucaracha es ahora un hombre religioso y pacífico. Se ha vuelto evangélico, anda con una biblia en la mano y en el largo paseo me recita versículos sagrados y me habla de redención, arrepentimiento y salvación con esa seguridad del creyente radical que a mí siempre me pone algo nervioso.
Gamarra comienza donde termina Mendocita, ahora un sector de La Victoria de clase media modesta, donde, en mi primer año universitario, 1953, yo participé en una encuesta para averiguar la composición social de la que era entonces la barriada más pobre y violenta de Lima, recién formada por migrantes que bajaban de la sierra en busca de trabajo. Mendocita ha progresado mucho desde entonces, pero lo que constituye un prodigio de desarrollo es la contigua Gamarra, paraíso de la informalidad y el capitalismo popular, y soberbio ejemplo de lo que Friedrich A. Hayek llamó el orden espontáneo. En este puñado de manzanas cuya densidad demográfica a estas horas de la mañana es la de un hormiguero, se produce más riqueza y hay más transacciones comerciales que sin duda en ningún otro lugar del Perú. Y por aquí no pasó el Estado ni gobierno alguno, ni las instituciones financieras formales, ni los créditos bancarios ni las normativas del Perú oficial. Todo esto que fermenta a mí alrededor con un dinamismo enloquecido es una creación de provincianos pobres y misérrimos que, huyendo del hambre, el desamparo y la violencia, dejaron sus aldeas andinas y, como no encontraron en la capital el trabajo que buscaban, tuvieron que inventárselo.
He venido porque hace unos días un empresario amigo que conoce bien Gamarra me contó algunas anécdotas sobre los personajes del lugar que me dejaron estupefacto. Me habló de un puneño al que llamaremos Tiburcio, a quien vio llegar a Lima muy joven, con poncho y ojotas, que sobrevivió vendiendo chupetes por las calles, y que ahora alquila tiendas y talleres de manufactura en estas calles por dos millones de dólares al mes. No exageraba ni una pizca. Tiburcio es uno de los íconos del barrio. Tiene once edificios, incontables tiendas y talleres y, desde hace poco, una fábrica de etiquetas en México.
Me recibe en el más moderno de sus locales y me muestra orgulloso una foto panorámica del minúsculo pueblecito, a orillas del lago Titicaca, donde nació. Habla un buen español, con música aimara, y despide energía y optimismo por todos los poros de su cuerpo. ¿Cómo lo hizo? Trabajando día y noche, ahorrando lo que podía y durmiendo en las calles, al principio. Lo ayudaron otros puneños que habían ya progresado y, por eso, él ayuda a los provincianos que vienen a Lima sin otro capital que su voluntad de salir adelante. Me asegura que el dinero que presta se lo devuelven en el 99 por ciento de los casos. “Me sobran dedos en las manos para contar las veces que me han estafado. Y eso que nunca pedí recibo por los préstamos”. Ha crecido tanto que, ahora, intenta formalizar por lo menos una parte importante de sus negocios y, para ello, ha contratado como gerente al primer banquero que le abrió una cuenta corriente.
Son pocas las transacciones que se hacen en Gamarra que figuran en contratos. Prima la palabra, que es sagrada, y el que la viola la paga: se le cierran todas las puertas y se vuelve un apestado. Le conviene huir y no volver por estos lares. Por doquier me dicen que la delincuencia es menor que en otros barrios y que no son muchos los dueños de negocios y locales que tienen seguridad privada.
El precio de la propiedad alcanza cifras vertiginosas. Mi amigo me jura que, aunque parezca imposible, no hace mucho se vendió un local en el epicentro de Gamarra ¡a 28 mil dólares el metro cuadrado! Es decir, más caro que los barrios más caros de Nueva York, Fráncfort, Zúrich o Tokio.
Se comercia de todo pero principalmente paños y telas, y ropa que es confeccionada en talleres del mismo barrio. Son centenares, equipados con maquinaria muy moderna, y miríadas de trabajadores de ambos sexos que hilan, cortan, cosen y empaquetan a un ritmo frenético, a menudo oyendo huaynos y música chicha por altoparlantes a todo volumen. Algunos talleres están en las alturas, con una vista circular sobre el centro de la ciudad y los cerros aledaños, y otros en sótanos atestados que se hunden cuatro o cinco pisos en el subsuelo limeño. Mañana y tarde un verdadero río de camiones, camionetas, autos y hasta carretillas y motos se llevan esa mercadería por todos los rincones del Perú y también al extranjero.
Una de las tiendas mejor provistas es la de don Moisés (tampoco éste es su nombre). Es uno de los más antiguos y respetados comerciantes del barrio. Todos hablan de él con reverencia y gratitud. No es un provinciano sino un criollo, uno de los pocos que representa a Lima en este Perú en pequeño formato que es Gamarra. Según él, este emporio nació en los años sesenta, cuando algunos migrantes advirtieron que los camiones que traían animales y artículos de panllevar al Mercado Mayorista regresaban vacíos al interior del país. Se les ocurrió entonces utilizar ese transporte para enviar mercancías a sus pueblos y así comenzó a rodar la bolita de nieve que convertiría este pedazo de la vieja Lima en el vórtice de trabajo y riqueza que es ahora.
Los empresarios y comerciantes de Gamarra son unos liberales que se ignoran. Desconfían del Estado y del gobierno y repiten como un mantra: “¡Si sólo nos dejaran trabajar!”. Ahora se quejan de la disposición que prohibió temporalmente y aún mantiene ciertas restricciones para importar hilados de la India, una medida que, dicen, ha conseguido el lobby de los productores de hilados nacionales, más caros y menos variados que los que traían de Bombay o Kerala. Eso encarece sus costos y favorece a los fabricantes colombianos, sus grandes competidores en el mercado manufacturero nacional y americano. ¿Qué quisieran, pues? Que se abrieran las fronteras y la globalización de la que tanto se habla fuera una realidad también en el Perú.
Las horas que paso en Gamarra me ilustran mejor que muchos estudios sobre el Perú de nuestros días. En las elecciones del año pasado, cuando advirtieron que los pobres del Perú votarían por Ollanta Humala, las clases dirigentes (que nunca han dirigido nada y vivido casi siempre del mercantilismo) entraron en pánico y, creyendo que se venía un segundo Hugo Chávez, volcaron todo su poderío a favor de Keiko Fujimori, la hija del dictador que cumple 25 años de cárcel por asesino y por ladrón. Pese a ello, esta última perdió la elección. Humala ha respetado escrupulosamente la Hoja de Ruta que prometió seguir en la segunda vuelta electoral, es decir, mantener la democracia y las políticas de mercado que en los últimos once años han traído al Perú un desarrollo sin precedentes en su historia.
¿Por qué el presidente Humala tomó distancia de Hugo Chávez y adoptó las políticas de Brasil, Uruguay o Colombia? Más que por una conversión ideológica, por una percepción clara de la realidad: porque, para que sea posible la inclusión social que es su objetivo primordial, es indispensable que haya riqueza y empleo y para ello no hay otro camino que el que siguen los hombres y las mujeres de Gamarra. Estos descubrieron a través de su experiencia algo que todavía muchos dirigentes de la izquierda, cegados por la ideología, se niegan a aceptar: que el verdadero progreso social no pasa por el estatismo ni el colectivismo –inseparables a la corta o a la larga de la dictadura– sino por la democracia política, la propiedad privada, la iniciativa individual, el comercio libre y los mercados abiertos.
El Perú va por el buen camino y ni la derecha fujimorista ni la izquierda obtusa y anacrónica están por el momento en condiciones de apartarlo de él.
Lima, diciembre de 2011
Por: Mario Vargas Llosa