Una Carta a mi Hijo


Mí querido hijo:

Felicidad es el término que describe este momento. Hoy tienes 15 años... y se me hace vívido el momento de tu nacimiento, cuando dabas tus primeros pasos, hablabas brevemente (perfeccionando ello todos los días), luego tu primer día de colegio, tu evolución con el acontecer cotidiano, tu primera comunión, el inicio de la secundaria, en fin tantas cosas buenas, recibidas, sin duda, de la mano de Dios.

Y ahora, como un preámbulo, como un ensayo del cercano futuro te apartas de tu familia para cumplir la misión de la vida. La "Misión" de que con tus propios medios, con tu esencia personal, brindarás tu vocación de servicio a los demás y de que es una actitud de lo más relevante que caracteriza al ser humano. Ello también puede ocasionar equivocaciones, traspiés, errores que no serán significativos si son ajenos a la firme voluntad de nunca haber querido cometerlos. Luego, en un día cercano, esta experiencia con otras similares irá afinando tu realización en la vida (en una praxis evolutiva continua).

Este viaje, importante y trascendente, te ofrece no solo paisajes nuevos sino como te hablé "una realidad diferente" que, también, forma parte del conjunto de nuestra realidad y que no avizorábamos como tantas cosas en la vida. Ante ella y todas sus implicaciones, OFRECE todo lo mejor de ti, recordando siempre a quienes representas y lo positivo de tu educación, valores, familia. Ten presente que eres un engranaje más de la maquinaria que organiza este evento. Colabora en todo lo que puedas para lograr un éxito completo. Nunca desmayes, la oportunidad llega y pasa y es irrepetible, el hoy es hoy y define el mañana.

Cumple exactamente con todas las indicaciones, reglas, sugerencias, órdenes que te den y, demuestra siempre la importancia de tu compromiso "Misión del Urubamba".

También tú sabes del inmenso cariño que te tengo y tiene tu mamá, amor, sentimientos y afectos y que, todo indica que serás el eje de nuestra familia. No olvides que naciste en cuna pobre, eres Promoción Bodas de Diamante en tu colegio y principalmente tienes muchas condiciones y capacidades.

Te abrazan y besan tus papás



Arequipa, octubre 20 del 2011
Juan Pablo
Mí querido hijo:
Tómate unos instantes y presta la mayor atención a estas breves palabras, nacidas del inmenso amor que te tenemos tu mamá Francisca y yo.
Quisiera que nuestra expresión trascienda el bello momento de comunión con Dios que, cuando leas estas líneas estarás viviendo, ello en razón que la vida entera del hombre es el compromiso permanente y constante con sus ideales, valores y principios, objetivos trazados, sueños y esperanzas, que son la manifestación del ser único e irrepetible que es cada persona en su individualidad que para ser integral y completa deberá plasmarse en la “realización personal” ínsita e inseparable del individuo y que constituye su auténtico ejercicio de la “libertad”.
Quizá lo de trascender parezca atrevido, pero en realidad lo que te quiero decir es que este regalo de Dios, que lo presumo como la “plantita” producto de la semilla recién germinada, la llenes de mil cuidados y atenciones, para que día a día la veas crecer, bella, hermosa, fuerte, para finalmente florecer y fructificar y así al término asumir la natural muerte física que es el corolario de nuestra etapa mortal y el inicio del paraíso prometido.
Para ello, como los grandes estrategas que nos precedieron y preceden felizmente y que de algún modo cual lumbreras nos indican el camino, deberás planificar tu vida y tu futuro, recordando, gracias a Dios, las palabras entre muchas que tienes presente “las grandes cosas son producto de grandes esfuerzos, sacrificio y dedicación”. No hay otro modo, no hay atajos, no hay realización individual más fácil y, todo depende únicamente de tu esfuerzo personal. 
Nunca pienses que lo malo o indeseado que te sucede es culpa ajena, tú has nacido para dar luz, para dar ejemplo, para corregir lo incorrecto, para prevalecer y sobresalir a pesar de los avatares de la existencia y las dificultades de las que está lleno el camino de nuestras vidas.
Dice que no hay palabra mal dicha sino mal entendida. Saca provecho aún de las contrariedades, que nos atenazan cual quisieran impedir nuestros logros, pero, has que las dificultades sean el acicate que te proyecten a realizaciones mejores, a una vida más auténtica, profunda y trascendente porque esa es la única finalidad de la Creación.
Finalmente (aunque nunca hay finalmente) quiero decirte, tu mamá Francisca y yo te queremos con el amor más grande, siempre te hemos querido y lo único que nos importa es tu bienestar, tu dignidad y “tu realización personal”. Me atrevo a decir que todo lo que te digo también lo piensa y cree tu mamá Lourdes y que, sobre todo, confía en ti y tus posibilidades.
Confía en Dios y tu esfuerzo,
Francisca y Carlos (tu mamá y papá)