domingo, 7 de agosto de 2011

"Ello es que"

Ampato

Así es como comienza César Vallejo uno de sus Poemas Humanos. “Ello es que”. Una frase indescifrable que, como anota Marco Aurelio Denegri en su libro Cajonística y Vallejística, ni los críticos saben lo que significa. Porque es algo que no se puede explicar. Como las cosas que ocurren en este país.

La juramentación de Humala, por ejemplo. ¿Era necesaria la invocación a la Constitución del 79 en la sesión solemne del 28 de julio? No. Pero ya saben. Ollanta tenía que provocar. Porque le sale del forro. Porque es más fuerte que él. Porque su yo interior, el radical, sigue ahí, latiendo, haciendo tic-tac, con ganas de aflorar, y quizás hasta de explotar. Ahora, para ser honestos, su fraseo no fue más que un gesto, una seña, un artificio verbal. Punto. O sea, nada que en lo formal sugiriera algún tipo de infracción en las formas. O en el fondo, menos. Apenas fue una anécdota, digamos.

La reacción chavista, es otro ejemplo. ¿Se justificaba la pataleta de Martha Chávez? No. Pero ya saben. El fujimorismo tenía que enseñar sus dientes pelados y achorados. Mostrar las garras. Enseñar la chaveta. Y ya la vieron. A Martha Chaveta, claro. Demostrando que, si en Hollywood deciden hacer una precuela de El Exorcista, pueden fijarse en ella para el papel de la mamá de Linda Blair. Qué cosas. Y qué bestia. Y qué espectáculo para más vergonzoso.

El juramento de los vicepresidentes, es otro ejemplo. ¿Es explicable lo que hicieron los dos vicepresidentes? No. Pero ya saben. El áulico tiene que servir a su amo. Y en un acto reflejo en defensa de su abucheado jefe, el palaciego Chehade y la cortesana Espinoza hicieron lo que ni Humala se atrevió a hacer. Juramentar por una carta constitucional inexistente. Por una ley fantasma.

El contragolpe humalista, es otro ejemplo. ¿Era inevitable la furibunda y bulliciosa respuesta de la bancada de Gana Perú? No. Pudieron quedarse callados, con cara de indignados y fastidiados, mirando de reojo a la fujimorista, como quien ve en la calle a un loco calato con el rabillo del ojo. Pero ya saben. La sutileza no está en su esencia. Y les es esquiva. Como la inteligencia, que también. De esa manera, se zurraron en la sesión quinquenal más importante de la nación. Y en los invitados, por cierto, que, si no nos dimos cuenta, no eran pocos, eran jefes de Estado, y, me parece, merecían un poquito de respeto. Digo.

La suspensión a Martucha, es otro ejemplo más. ¿Ha sido una buena idea suspender 120 días a la “Antauro del fujimorismo” (Altuve, dixit)? No. Pero ya saben. El llonja llama al llonja. Y con la sangre en el ojo y a puertas cerradas, como si se tratase de un asunto de seguridad nacional o un tema que comprometiese la intimidad de alguien, y con el propósito de que la prensa no informe, la mandaron a su casa cuatro meses y sin sueldo. Y un poco más y le dicen “¡jódete!”. Por dios. Dónde estamos. Una buena llamada de atención habría sido mucho más eficaz, como comentó Mirko Lauer en su columna. Pero no. No pueden evitarlo. Tienen un problema para discernir. Para elegir entre lo sensato o meter la pata hasta los corvejones. Y lo segundo parece ser un talento innato en ellos. Porque a ver. Seamos justos. Si vamos a sancionar, entonces que se aplique la misma regla para todos. Porque, con perdón, no sé qué es peor. La bullanga individual, en plan emolientera desesperada y sin clientes, de Chávez, o la batahola barriobajera y al estilo barra brava de los humalistas.

La refutación de la poseída, es un ejemplo adicional. ¿Lo que ha ocurrido se trata de una declaración de guerra o de algún tipo de complot contra el Perú? No. ¿Acaso su sanción “es una condecoración de la dictadura que se ha instaurado en el país”? Tampoco. Pero ya saben. Lo de siempre. Nada nuevo en este feudo de demagogos y politiquillos, que es nuestro Parlamento nacional, donde todo es mentira, donde algunos parlamentarios se creen armas arrojadizas. Y fíjense. Por un momento hasta pensé que este Congreso iba a ser algo mejor que el anterior, que ya es un huevo. Pues parece que me equivoqué. En fin.

Autor: Pedro Salinas

http://e.peru21.pe/102/impresa/pdf/2011/08/07/247607.pdf

c/r.