lunes, 19 de diciembre de 2011

Lo que importa es la cantidad, no la calidad

Molino de Sabandía


Habrá oído el argumento. ¡Es tan prístino! Toda vez que se habla de Twitter, Facebook e Internet se machaca en el mismo mortero: que todas esas voces hablando a la vez no tienen ningún valor; que lo que importa es la calidad, no la cantidad.

Me imagino cómo se sienten. Durante los primeros 4500 años de historia escrita tuvieron control sobre la información. De pronto, un tipo de Maguncia inventó una máquina que permitía hacer copias en serie de páginas de texto en forma rápida y económica y ahí las cosas se descalabraron bastante. Pero incluso después de Gutenberg el número de voces independientes siguió siendo relativamente pequeño. Todavía era posible perseguirlas, censurarlas, aniquilarlas. Con todo, esas pocas voces lograron modelar un mundo más justo y más diverso. No perfecto, claro. Pero sí mucho mejor. Había disenso, o al menos la posibilidad del disenso.

¡Pero ahora! Resulta que una banda de hippies inventó esto de Internet y por muy poco dinero cualquiera que sepa leer y escribir puede andar por ahí diciendo lo que se le ocurra. No hay persecución que valga. Así que se les da por el lado de la descalificación. "Todas esas voces hablando no tienen ningún valor, son ruido de línea -sostienen-. Lo que importa es la calidad, señores, no la cantidad."

¿Quién estaría dispuesto a refutar una verdad tan evidente?

Con permiso, ahí voy.

Ni árboles ni bacterias

No, no voy a plantear que siempre existieron los rumores y que la cantidad de cuentos que se nos han impuesto a lo largo de la historia es tan inmensa que, en realidad, nunca hemos tenido demasiada calidad . Eso sería aceptar el argumento. Y ocurre que no lo acepto.

Tampoco diré que habría que definir calidad y determinar quién puede ser el juez de tal parámetro. Eso no sólo sería aceptar el argumento, sino, además, colaborar con su aplicación.

Lo que digo es que lo único que importa es la cantidad de voces, no la calidad, y que siempre fue así.

El control de la información ha sido la base del poder político y económico desde que existe la civilización. Hay otros pilares, pero éste es el fundamental. No digo que esté mal. Es como es. No somos árboles ni bacterias ni gatos monteses. Quienes controlan la información lo controlan todo. Así que la cuestión nunca tuvo que ver con el sustantivo información de la oración que precede, sino con el pronombre quienes .

Basta echarle un vistazo a la historia para observar una regla de hierro (literalmente). Todos los gobiernos autoritarios se ocuparon de destruir las voces disidentes. Devastaron la prensa opositora como primera medida; tampoco les fue mejor a los artistas que no comulgaba con su épica ni a los científicos demasiado innovadores.

Es una plaga

Por eso, la pregunta no es ¿este dato es cierto, es verdad, es de buena fuente, es real? , sino ¿quiénes controlan la difusión de este dato?

El número de individuos que decidía qué sabía el público fue siempre muy pequeño. Esto es bueno, si estás entre esas pocas personas, porque, sin importar la calidad de la información, podés imponer una idea, una visión del mundo, lo que te venga en gana. Es más: podés imponer el mito de que tu voz es la única calificada, que es de calidad.

En ese sentido, las cosas no han cambiado nada. Sólo que ahora, el quienes se ha multiplicado hasta valores nunca vistos (o imaginados). Como el número de miradas y de voces es descomunal, es imposible ponerles coto. Acallás una aquí y aparecen cien mil allá. ¡Es una plaga!

Por eso, súbitamente, les sale esta irrefrenable vocación por la calidad. Porque la amenaza está en el número, está en que no se puede perseguir, desterrar ni eliminar 2000 millones de voceros.

Subvencionan su argumento con pruebas no menos contundentes. Cualquiera que mire durante diez minutos su línea de tiempo en Twitter o se pase un rato leyendo las noticias de Facebook caerá pronto en la cuenta de que gran parte de lo que se propala es, para decirlo suavemente, olvidable. ¡Quod erat demonstrandum!  "Eso de la voz colectiva en realidad es -concluyen- un montón de rumores y trivialidades."

Un error de perspectiva. Un fatídico error de perspectiva. Twitter, Facebook o Google Plus están llenos de las cosas que se nos van pasando por la cabeza. No me vengan con el latiguillo de la calidad porque, lejos de ser un defecto, el valor de Internet reside precisamente en que no hay allí edición. Puede que durante gran parte del tiempo nos la pasemos entretenidos en #esto o #aquello,  pero esa ligereza es sólo aparente. Es una ilusión.

Lo que llaman ruido de línea, rumores, banalidades, eso que califican de baja calidad , es el tranquilo rumor del mar en un día calmo. No parece importante. Mucho menos parece amenazador. Pero, trivial o no, ese rumor no se puede controlar. Es el murmullo de la voz global. Puede convertirse en iracunda tormenta o en imparable tsunami en cualquier momento.

Apaguemos Internet

Por algún motivo, sin embargo, se insiste con la fantasía del control. Los proyectos de ley SOPA y PIPA, en Estados Unidos, y otros de su clase en otras naciones, pretenden que es posible evitar el robo de propiedad intelectual bloqueando dominios, filtrando protocolos y cosas así. Sí, claro que es posible, pero las consecuencias serían nefastas.

No sólo porque esta clase de intervencionismo va a terminar por romper la Red, como explicaron en una carta más de 80 ingenieros y fundadores de Internet, incluido Vinton Cerf, hace unos días, sino porque pondría en jaque la libertad de expresión, dándole herramientas idóneas a los gobiernos autoritarios para la persecución y la censura.

Así que, ¿por qué no hacer las cosas más sencillas y apagar Internet de una vez? Ya está. Fue bueno mientras duró. Que nos canjeen la computadora por un lindo lavarropas programable o un freezer familiar y que nos reemplacen el plan de datos por, no sé, ¿un año gratis de TV por cable? Volveremos a las estampillas. Después de todo, ¿no estábamos tapados de mails? ¿No era que el exceso de información nos tenía estresados? ¡Apaguemos Internet y que todo vuelva a ser como antes!

Pero hay un problema. La economía planetaria, que dicho sea de paso no está transitando por uno de sus momentos más brillantes, depende de Internet. El mundo ya no puede funcionar sin la Red.

Esto ya pasó antes. El libro fue resistido, incluso por sus posibles beneficiarios, durante decenios. Hasta que, poco a poco, la economía occidental se volvió dependiente de la imprenta. No podía producirse suficiente riqueza sin, al mismo tiempo, ceder un poco de control. Ahora es igual.

Luego de la Segunda Guerra Mundial pensamos que ya habíamos visto bastante barbarie autoritaria, y enunciamos solemnemente el derecho de la libertad de expresión. Una belleza de intención, pero que se quedó en eso. Porque la mayoría de los seres humanos no podía soñar con una audiencia. Expresarse libremente, sí, ¿pero frente a quién? ¿Frente a tus amigos y familiares? ¡Vaya progreso!

Bueno, ahora empieza a hacerse posible la libertad de expresión porque podemos llegar a una audiencia global a costos accesibles y sin censura. Esa es la condición que hace posible Internet. No se la puede separar de ella. La libertad está inscripta en los protocolos de la Red. Por eso están tan preocupados sus inventores frente a los proyectos de ley como SOPA.

La historia se repite. De la misma forma que no se podía cosechar los beneficios de la libertad de imprimir y a la vez controlar lo que se publicaba, tampoco es posible explotar una Internet esterilizada por los controles. El principal algoritmo de la Red fue y sigue siendo la libertad de expresión.

Y por si no lo sabían.

Además, es tarde para implantar controles. En este nuevo mundo las cadenas ya no pueden hacerse de hierro. Apenas si pueden hacerse de bits...
Por: Ariel Torres 

domingo, 4 de diciembre de 2011

El Discurso Más Corto… por Bryan Dyson

Apu (dios guardián) de Callalli - Valle del Colca

En un discurso a los graduados en una Universidad, hace varios años, el ex CEO de Coca Cola, Bryan Dyson, habló sobre la relación entre el trabajo y otros compromisos.

Imaginen la vida como un juego en el que ustedes hacen malabarismos con
cinco bolas que arrojan al aire.

Cada una de ellas son el trabajo, la familia, la salud, los amigos y el espíritu. Pronto se darán cuenta de que el trabajo es una bola de goma. Si se cae, rebota.

Pero las otras cuatro bolas: familia, salud, amigos y espíritu, son de vidrio. Si se deja caer una de esas, va a quedar irrevocablemente dañada, rayada, rajada o rota. Nunca volverán a ser las mismas. Compréndanlo y busquen el equilibrio en la vida. ¿Cómo?:

No disminuyan su propio valor comparándose con otros. Es porque somos todos diferentes que cada uno de nosotros es especial.

No fijen sus objetivos en razón de lo que otros consideran importante. Sólo ustedes están en condiciones de elegir lo que es mejor para ustedes.

No den por supuestas las cosas más queridas por su corazón. Apéguense a ellas como a la vida misma; porque sin ellas la vida carece de sentido.

No dejen que la vida se les escurra entre los dedos por vivir en el pasado o para el futuro. Si viven un día a la vez, vivirán TODOS los días de su vida.

No abandonen cuando todavía son capaces de un esfuerzo más. Nada termina hasta el momento en que uno deja de intentar.

No teman admitir que no son perfectos. Ese es el frágil hilo que nos mantiene unidos.

No teman enfrentar riesgos. Es corriendo riesgos que aprendemos a ser valientes.

No excluyan de sus vidas al amor diciendo que no se lo puede encontrar. La mejor forma de recibir amor es darlo; la forma más rápida de quedarse sin amor es aferrarlo demasiado; y la mejor forma de mantener el amor el darle alas.

No corran tanto por la vida que lleguen a olvidar no sólo donde han estado sino también a dónde van.

No olviden que la mayor necesidad emocional de una persona es la de sentirse apreciado.

No teman aprender. El conocimiento es liviano, es un tesoro que se lleva fácilmente.

No usen imprudentemente el tiempo o las palabras. No se pueden recuperar. La vida no es una carrera, sino un viaje que debe ser disfrutado a cada paso.

El Ayer es historia, el Mañana es Misterio y el Hoy es un regalo: por eso se lo llama… el Presente.

Autor: Bryan Dyson - ex presidente de Coca Cola

La mitad de un recuerdo cada uno

Cañón del Colca

Yo no quiero que se olvide nada. Pero le tengo tan poquita confianza a mi memoria, que te propongo dividirnos los recuerdos: una vez escribí un pequeño poema con marcador negro sobre el vidrio de un cuadro y en una de esas mañanas agitadas de limpieza general le pasaron un trapo y lo borraron. Quise volver a hacerlo, armé un rompecabezas de palabras, pero por más que me esforcé, aquel breve poema fue a dar a una caja gigantesca y lejana, que nadie sabe dónde está, custodiada por duendes o mariposas, una caja a la que van a dar todas las cosas queridas que se pierden.

No, no me digas que peguemos fotografías en un álbum: en esa caja hay cientos de millones de álbumes de fotografías.

Tampoco me pidas que lo escriba en un cuaderno. En esa caja hay cientos de millones de cuadernos.

Lo nuestro, lo que vivimos vos y yo en estos años de amor, solamente permanecerán vivos si lo anotamos en el corazón.

La mitad de un recuerdo cada uno, y de vez en cuando juntarnos a armarlos, y hacer vivir de nuevo las horas amarillas de sol, las horas celestes de las tardes movedizas como ríos. Las horas de sal no. La sal hace arder los ojos y los pone a llorar.

Yo me quedo con la rosa, vos quedate con el río. Y al unirlos, será el nombre de la ciudad en donde nos conocimos: Rosario.

Vos quedate con el beso y yo con el temblor.

Vos con la música y yo con la letra de las canciones que nos gustan.

Vos con los paisajes montañosos que vimos y que te gustan tanto. Tierras color de malva, de guinda, de esmeralda. Arboles descolgándose hacia los precipicios, pueblitos como hechos de cerámica.

Yo me quedo con el mar. El mar es una parte de mi cuerpo. Es lo que dentro de mi batalla y clama, lo que a veces me empuja por la calle, cantando, lo que lava con magia mi fatiga.

Vos quedate con el gesto posado con que me miro en el espejo y te da risa.

Yo me quedo con la acuarela celeste fuerte de tus ojos y con los redondeles de humo que dibujás en el aire cuando fumás.

Vos ordená los cuentos que te hago de mi infancia, los olores del pasto, del jazmín, del chicken pie, la tarta de manzana, los scones, el té verde, el maquillaje en polvo, la bolsita con flores de lavanda perfumando las sábanas adentro del ropero con el espejo enorme... Yo ordenaré los cuentos de tu niñez con espejuelos rotos, rodillas lastimadas, torres de milanesas, obligatoria sopa, un tío llamado Mayo, y un acento español flotando en la casona de la incansable abuela.

Vos quedate conmigo.

Yo me quedaré con vos.

Así, de esta manera, sólo estando juntos podremos ser vos y yo. Y no me digas que esto es una trampa para atarte. Porque yo lo sé bien: sí, es una trampa para atarte. Una de esas trampas sin malicia, totalmente permitida en el amor.

Poldy Bird

Que el amor sea suficiente


La maravilla de "El Valle de los Volcanes"

El ángel está como suspendido en un estante alto de la biblioteca, con su gesto preparado para volar. Ese ángel de madera de guindo hecho por tus manos un tono más pálidas que su color de oro ruboroso. Qué extraño lo nuestro...

Cada vez que hablábamos parecía que algo profundo nos acercaba, algo con magia y tripas, unos lazos de esos que no se desatan nunca más. Pero no.

No había lazos. Ni bien nos separábamos, se soltaban los hilos intangibles que nos unían. Servían para unos breves momentos, los del encuentro. La más corta distancia los hacía desaparecer. Y otra vez la espera, otra vez volver a ser dos desconocidos, y la espera, la campanilla del teléfono que no suena, pulsar la tecla del contestador al llegar de la calle... y nunca tu voz con un mensaje..., y la espera, la espera, la espera... hasta reunir fuerzas y llamarte. ¿Qué tal, "extraña", cómo estás? No me pases facturas. Tuve unos líos bárbaros, vos sabes cómo anda todo... ¿Las cosas has cambiado tanto? ¿Ya no es lo más importante el amor, la relación humana, el compartir con otro penas, sueños, problemas, alegrías? Escuchar una vieja canción, leer en voz alta aquel poema de la Vilariñó o la Orozco, usar los ojos como telescopios para encontrar la Cruz del Sur en las noches de agosto... Una vez le abrí la pajarera a Magaldi (así se llamaba el jilguero) y el pequeño pájaro voló. No tuvo miedo. No se detuvo. No miró hacia atrás. ¡Y nosotros, tan fuertes, tan pensantes, tan declamadores de frases maravillosas... no nos atrevemos a traspasar la puerta que está siempre abierta, que nadie cierra...! Vos ahí.

Yo aquí. No quiero hacer reproches. No quiero oírlos, tampoco. Me parece que tendríamos que hacer las cosas de otro modo. Dejar que el amor sea lo que debe ser: la savia del árbol, las alas del alma, el color del agua, las estrellas en el fondo de los ojos, la locura en el pensamiento, el calor de la piel... Dejar que el amor sea suficiente.

Que lo demás estorbe, sobre, no importe. Con tus manos hiciste un ángel para que me cuidara. Ahí está. Cerca de mí. Ahuyentando oscuridades y demonios con su aura rosada. Al tallarlo y pulirlo pensando en mí, invadiste mi territorio, te metiste en mi mundo reservado y secreto... ¿Cómo vas a salir de aquí? No podrás. Cuando alguien llega donde vos llegaste, ahí se queda para siempre. Te parecerá que podes salir, fantasearás con ello, pero no... una red invisible te ha atrapado, lo quieras o no. Estás en mi realidad virtual, en este espacio de zorzales que cantan al amanecer, cassettes que escucho cuatrocientas veces sin parar, libros que releo, papeles que escribo y no dejo que nadie lea, una alta palmera que veo desde la ventana... Estás. Vestida como yo quiero. Diciendo lo que quiero que digas. Pensando lo que quiero que pienses. Sintiendo lo que quiero que sientas. Porque mi mente está muy entrenada y es capaz de fabricar imágenes y situaciones que son las de la vida, o parecidas a la vida.

Quizás sean estas lo que a muchos nos mantenga vivos: soñar que vivimos...

Mientras la vida cree que anda por ahí... Mientras vos creas que andás por ahí. Y no se den cuenta, ni vos ni la vida, que si yo no las invento en mí ¡ustedes no existen! Deja que el amor sea suficiente. Y que no necesites nada más, porque el amor te alcanza.

Poldy Bird